“México, el porro migratorio de Estados Unidos”
México es un país grande. Lo es por su extensión, de casi dos millones
de kilómetros cuadrados; lo es por su gente, la de verdad (no la que vive pendiente de la voz del amo); por su geografía, sus recursos, su riqueza inagotable (aunque le han pegado durísimo) y tantas otras cosas. No se puede decir más que de una forma: México es mágico.
Perohaceyaciertotiempoqueestagrandeza se está empequeñeciendo. Veamos.
No asistimos en forma a una cumbre mundial porque nuestro jefe del Ejecutivo no sabe inglés, no le entiende a la política internacional, no tiene –por más que se busque a quien emular– los tamaños de Madero, de Cárdenas y mucho menos de Juárez. En lugar de ello enviamos una carta llena de obviedades políticamentecorrectasquenonoscomprometieron a nada…
Ahora entendemos, tal vez, que quizás ni el mismo Presidente se sienta cómodo tras hablar de migrantes, de darle la cara a Trump y de rezumar gallardía, para en realidad terminar convirtiendo a México en algo que nunca fue: el porro migratorio de Estados Unidos. Migrantes: México, que ya se veía un tanto ajado por su postura sobre Venezuela, ahora se ve como lacayo.
En nombre de los pobres, que aguantan todo y ciertamente merecen más, el régimen de cuarta de esta transformación ha aporreado sin misericordia a las escasas estructuras medio independientes que se habían construido laboriosamente en décadas. Es que son corruptas. Le ha tundido sin piedad a los trabajadores de verdad para darles oportunidad a los ninis. En vez de corregir estructuras, ha derribado como chiva loca todo lo que se oponga a su voz, pero todavía estamos por ver una sola decisión de política económica digna de un estadista.
En el extranjero se preguntan qué pasa. Sí, ha limpiado lo más corrupto del viejo árbol, pero solo para plantar sus propias estructuras impresentables. Como bien se pregunta un columnista: si se persigue a Carlos Romero Deschamps por corrupción, ¿qué hace Napoleón Gómez Urrutia en el Senado? Y tantos otros.
El Poder Legislativo era corrupto; hoy solo es una caricatura (también corrupta); los grandes proyectos también estaban plagados de corrupción; hoy solo tenemos proyectos pequeños (inútiles, hijos de un empecinamiento soberbio). Mucha de nuestra grandeza ha resultado tener pies de barro. Tal vez, después de todo, seamos un país pequeño.