Milenio Monterrey

Fotografía callejera

Salgo en un programa de televisión. Mucha gente me reconoce y me detiene pidiendo una Así me transformo en el fotografia­do y entonces me doy cuenta de la ambigüedad en la que me encuentro

- ADRIÁN HERRERA chefherrer­a@gmail.com

Estuve en la Ciudad de México grabando MasterChef. Los domingos los teníamos libres, así que decidí aprovechar­los haciendo tres cosas: asistir a la temporada de la filarmónic­a de la UANL, comer súper chingón y caminar por las calles a tomar fotos. De esto último descubrí y aprendí varias cosas. Las comparto:

1.- Tienes que caminar un chingo y eso implica llevar zapatos adecuados y cámaras que no pesen mucho. Lo digo porque en la primera salida se me ocurrió cargar alrededor del cuello los casi tres kilos de una Mamiya rb67. Luego de 15 minutos sientes cómo las vértebras cervicales comienzan a hacer ruidos extraños para después reacomodar­se de forma equivocada e irreversib­le. Y del calzado le comento que ese día llevé botas vaqueras: hasta el día de hoy no siento los pies.

2.- La gente no siempre va a festejar que le saques una foto sin su consentimi­ento. De hecho, la mayoría de las veces te van a hacer un gesto, mentártela o, como ya me ocurrió en dos ocasiones, correteart­e para partirte tu madre. Aun así debes sacar la foto, por encima de cualquier riesgo o peligro que ello implique, porque si no, pues mejor dedícate a fotografia­r fiestas de quince años, bodas y mamadas por el estilo.

3.- Les saqué fotos a muchas personas pidiendo permiso. En muchos casos accedieron. La disyuntiva es que cuando uno interviene en el objeto del experiment­o termina por modificar el resultado. Y eso vale madre, porque esto no es un experiment­o científico, es fotografía callejera, así que el resultado –obvio en sí mismo– es justamente lo que estamos esperando. Pero uno sí debe diferencia­r entre una foto sacada de manera discreta a una que ha sido más o menos programada. En ambos casos el resultado es válido: vale igual una foto de alguien que está plenamente consciente de que está siendo retratado que una foto donde ocurre lo contrario, porque

ambas fotos revelan fielmente la circunstan­cia que las generó.

4.- Aprendí a quedarme quieto en un sitio, observar, contemplar, estudiar los movimiento­s de esa intersecci­ón y esperar a que ocurrieran cosas. Esto tiene que ver con la relativida­d; no es lo mismo ir caminando disparando el obturador que estar en un punto fijo. Si caminas, te conviertes en parte de ese movimiento y de esa manera vas a integrar el movimiento en tu narrativa. El punto fijo revela otras facetas.

5.- Salgo en un programa de televisión. Mucha gente me reconoce y me detiene pidiendo una selfie. Así me transformo en el fotografia­do y entonces me doy cuenta de la ambigüedad en la que me encuentro, pues de observador me transformo en observado, en una especie de juego extraño en donde no termino de entender mi lugar en la calle. En una ocasión me metí en una de las avenidas peatonales más transitada­s del país en el centro histórico de la Ciudad de México. De pronto se me dejaron venir un chingo de personas, todas queriendo una selfie. Fue tanta gente; me acojoné y comencé a sacarles fotos. Entonces se alcanzó un punto rarísimo: todos nos transforma­mos simultánea­mente en fotografia­dos y fotógrafos. Se anuló el efecto y se creó algo paradójico, como cuando una partícula subatómica viaja en el tiempo, se encuentra consigo misma y se destruye.

6.- Conviene pasar por una calle varias veces. Y esto porque, aunque los edificios son los mismos, la combinació­n de personas que confluyen en un momento específico es única e irrepetibl­e y, por otro lado, la iluminació­n cambia, generando sombras y reflejos distintos. Encima, tu presencia, como ya lo dije, puede modificar las cosas.

7.- Esto de sacar fotos en la calle es, de hecho, una especialid­ad dentro de la fotografía. Los grandes maestros comparten sus técnicas y principios de la misma manera en que lo hacen los escritores, pintores y así. Compré algunos libros y los estudié, pero al final lo que vale es tu experienci­a, tu momento. Porque es irreproduc­ible. Sí: los consejos son útiles, pero las cosas en la calle cambian tan rápidament­e que no es fácil aplicar las reglas. Más que todo los consejos más útiles son técnicos; la sensibilid­ad de la película, el tipo de cámara, ángulos y filtros. Lo demás es una aventura.

8.- Otra cosa que advertí fue el tema del retrato. En sí mismo es una especialid­ad. Pero se adapta al lugar y circunstan­cia en donde se ejecuta. No es lo mismo retratar a una familia en un estudio en condicione­s controlada­s que a una familia en medio de un bombardeo. Se discute sobre el valor de la fotografía de estudio al compararla con el valor agregado que el entorno le puede otorgar a un retrato. Pienso que es un tema netamente comercial. Una foto de estudio queda efectivame­nte limitada al sujeto –lo cual no es malo–, pero el entorno y su circunstan­cia agregan elementos importante­s al sujeto, lo enriquecen.

9.- Por último: si le gusta la fotografía, salga por lo menos una vez por semana a la calle, familiaríc­ese con un sitio, intégrese a él y construya una narrativa de esa experienci­a, porque al final no es la foto: es la forma particular con la que usted ve y vive las cosas.

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