Complicidades que duelen
Hace un par de semanas lamentaba yo que estábamos a punto de perdernos el tren del futuro para apostarle al pasado. En 15 días, la Transformación de Cuarta volvió a demostrarme que para desgracia nuestra, siempre puede empeorar las cosas. El triángulo mortífero formado por el presidente Andrés Manuel López Obrador; la directora
general del Conashit, María Elena ÁlvarezBulla Roces, y la secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval Ballesteros, aves del mismo plumaje, parece listo para cerrar de Foro Consultivo Científico y Tecnológico (FCCyT).
La titular del Conashit, verdadera “Henruchita” del cargo, respondió a las críticas y alebrestadas del sector científico con una medida digna de su maestro; en vez de sentarse a dialogar con ellos (Toño Lazcano dijo que ella eligió divorciarse de los científicos) se sacó de la manga una “conminación” miserable y revanchista con la que quiso advertir al FCCyT que debía mantenerse en los cauces de la ley, pero le salió un panfleto que deja bien claro lo que quiere: como su jefe, todo el poder.
Lo mínimo que era de esperarse es que, al conminar al FCCTyT que fuera legal, la susodicha mantuviera su propia operación en los cauces de la legalidad. Pero en esta Transformación de Cuarta, la ley parece ser un estorbo para los afanes del jefe, y la señora no podía ser menos: desde su asunción al mando de los asuntos científicos, ha hecho y sobre todo deshecho sin siquiera cuidar las formas, que en su caso significa conseguir la aprobación de la Junta de Gobierno de la institución. Ni una sesión ha celebrado la Junta desde que llegó al mando.
La señora Álvaez-Buylla buscó el apoyo cómplice de la titular de la Función Pública, quien le aseguró que el Conashit no tiene la obligación de pagar los gastos del FCCyT, en abierta contraposición a lo que establece la Ley de Ciencia y Tecnología (que no les gusta y quieren cambiarla, pero de momento es la que vale y les vale).
Claro, la cereza en el pastel la dio el propio Presidente que en una de sus mañaneras soltó lo siguiente: “Era otro pegote que teníamos en la Presidencia. Era para asesorar al Presidente en asuntos de tecnología. No; a mí me asesora el Conacyt y los científicos. Esos aparatos no tienen por qué mantenerse”.
No tengo más que decir, porque estoy demasiado enojado. Que con su pan se lo coman.