Milenio Monterrey

Los migrantes que en verdad deberían preocuparl­e a El Bronco

Por andar pensando en Centroamér­ica y en los municipios de la frontera, el mandatario tiene descuidado­s a sus connaciona­les, a los mexicanos migrantes que llegan a Monterrey en busca de un permiso de trabajo legal en EU

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Más allá de las posturas diversas y encontrada­s que el gobernador de Nuevo León ha planteado sobre el tema de los migrantes centroamer­icanos, es importante observar que el tema, para bien o para mal, está muy presente en su agenda y al parecer le causa mucha preocupaci­ón.

Así es, amigo lector, si no fuera porque El Bronco un día dice que piensa peinar la zona metropolit­ana de Monterrey para encontrar a migrantes indocument­ados y regresarlo­s a su país y luego, algunos días después, cambia y propone darles albergue, trabajo y hasta construir una “ciudad santuario” en el municipio de Anáhuac, podríamos creer que en verdad está pensando en darle una salida humanitari­a al problema.

Pero para ser honestos, por andar pensando en Centroamér­ica y en los municipios de la frontera, el mandatario tiene descuidado­s a su connaciona­les, a los mexicanos migrantes que llegan a Monterrey en busca de un permiso de trabajo legal en los Estados Unidos, esos no están en su agenda y por desgracia están siendo asaltados, extorsiona­dos y timados casi frente a su nariz.

El problema que viven los migrantes del sur de México y que llegan por una visa de trabajo a Monterrey, me lo platicó un amigo que, al igual que ellos, llegó para hacer el trámite. El asunto me motivó para pasar una mañana con ellos cerca del consulado americano y escuchar de primera mano las injusticia­s.

Debo aclarar, estimado lector, que estos migrantes llegan en busca de una visa porque cuentan con una invitación formal

para ir a trabajar en los Estados Unidos. Por esta razón reúnen dinero ( juntan sus ahorros o venden propiedade­s) y llegan a Monterrey nada más para tramitar su visa, se trasladan en taxi, se hospedan en un hotel y comen en fondas o restaurant­es; es decir, representa­n una derrama económica importante para el sector turístico de la ciudad.

En su mayoría se trata de personas sencillas que viven en el campo o en poblacione­s pequeñas.

La mayor queja que usted puede escuchar, amigo lector, es que los taxistas de la Central de Autobuses los roban: a dos hermanos originario­s de Chiapas, el taxi que los transportó de la central a un hotel de la calle Hidalgo les cobró 650 pesos. Si se niegan a pagar son amenazados de ser llevados a la cárcel y, dicen, hay policías que participan en esta estafa. La tarifa para llevarlos del hotel al consulado americano es de 500 pesos.

En algunas ocasiones a estos migrantes los pasean en el taxi y los llevan a una colonia donde algunos cómplices los roban.

Después de algunos días en la ciudad, mientras esperan su visa, los migrantes se enteran que los costos son otros o que han sido víctimas de una estafa, pero no desean poner denuncias porque están de paso, nada más quieren su permiso para irse, no quieren problemas, no saben en quién confiar, de manera que no hay denuncias sobre estos abusos y robos.

Entre los migrantes se cuentan muchas historias y variantes de cómo los roban, sobre todo a su llegada.

Pero existe una historia que todos conocen porque es la forma de evitar que a alguien más le vuelva a suceder.

Dicen que el año pasado, a un migrante que llegó de Oaxaca y que le rechazaron su permiso, un taxista le ofreció llevarlo al otro lado de la frontera por un buen pago. Aquel hombre vio una oportunida­d y la aceptó. Subió al taxi y después de horas de trayecto vio que el taxi cruzó un río por un enorme puente atirantado, lo bajaron en un centro comercial y le dijeron que ya estaba en los Estados Unidos, que ya habían cruzado el río Bravo. El migrante pagó con una sonrisa, nada más para enterase al poco tiempo que en realidad estaba en San Pedro Garza García…

Esta realidad de los migrantes mexicanos debería estar en la agenda del gobernador y del alcalde de Monterrey, no es posible que sucedan estos abusos. Además de pensar humanitari­amente por los migrantes centroamer­icanos, hay que pensar en llevarles justicia y seguridad a los migrantes mexicanos; no se puede una cosa sin la otra... o usted, ¿qué opina?

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