El Paso, Texas: la demencia de las armas
El tricolor pudo transitar a la democracia, pero no a la probidad; es el partido con más presencia en gobiernos locales, pero también el más desprestigiado y, por lo mismo, con mayor dificultad para ganar; su asociación con la corrupción es el tema y hay
El PRI elige hoy dirigencia en un proceso muy diferente al de hace 20 años, cuando eligió candidato presidencial y participaron 10 millones de votantes. Si ahora votara 10 por ciento de eso, sería mucho. El Partido Revolucionario Institucional puede estar viviendo sus últimos tiempos. El pasado lo condena, no el remoto, al que se remite generosamente el mismo Andrés Manuel López Obrador, sino al reciente, al de la corrupción en los gobiernos federal y estatales.
El PRI pudo transitar a la democracia, pero no a la probidad. Es el partido con más presencia en gobiernos locales, pero también es el más desprestigiado y, por lo mismo, con mayor dificultad para ganar. Su asociación con la corrupción es el tema. Hay casos emblemáticos que se deben encarar. En la contienda por la dirigencia no estuvo presente el pasado corrupto, sino la relación con el presidente López Obrador.
Se entiende que los gobernadores hubieran apoyado a uno de los suyos para la renovación de dirigencia. Alejandro Moreno, de Campeche, habría de ganar. La decisión se explica: el PRI debe recurrir a lo local para un buen resultado en la elección intermedia. El dominio de López Obrador del espacio público difícilmente daría oportunidad en una contienda en perspectiva nacional. El PRI necesita un dirigente que impida que los intereses obstruyan la postulación de los mejores candidatos, son los mismos que se han apropiado del espacio político y de la representación legislativa. Tienen muchos años usufructuando al partido, todos saben quiénes son, con cuantiosas fortunas al amparo del poder, un insulto a un partido cuya base social, se quiera o no, es de pobres y muy pobres.
Ivonne Ortega ha hecho campaña con vehemencia tal, que hace pensar que utiliza el espacio partidario como plataforma para irse a otro partido. De ser así, faltaría saber quién la quiera y para qué. En Yucatán, su fuerza está disputada y no es significativa, pero es posible que su perspectiva sea la de ser postulada como candidata en 2021 y sin las ataduras de un pasado que también a ella la condena.
Muy lamentable que el dirigente en ciernes hubiera arropado a Rubén Moreira, el artífice de la corrupción por más de 12 años en Coahuila. Nada hay que aporte, excepto el uso de la tesorería de su estado, como lo ha hecho desde que el hermano era gobernador. Por lo visto al PRI se le dificulta entender que la causa de su desprestigio es la corrupción.
En las elecciones pasadas el PRI disminuyó su votación en un tercio respecto al resultado desastroso del año previo. En todos los estados hubo deterioro, lo que significa que el PRI no ha tocado piso y que la crisis es generalizada. Por su parte, el PAN la incrementó en 19 por ciento, el que se dio en todos los estados, con excepción de Puebla, donde repitió casi la misma cifra. Si el PRI no entiende que debe disputarle al PAN el descontento con López Obrador, no tendrá qué hacer electoralmente. A pesar de los problemas de Acción Nacional, en 2021 se consolidaría éste como la opción opositora y el PRI continuaría siendo políticamente marginal.
El PRI tiene futuro, y en la lucha para recuperar terreno tendría que hacer al menos dos cosas: deslindarse de los nombres de la corrupción y trasladar a lo local la disputa política. Lo segundo lo garantiza Alejandro Moreno, lo primero está por verse. En efecto, queda para la nueva dirigencia definir posición respecto a la venalidad en el servicio público y sus personeros. Se trata de de una condena enérgica e inequívoca a los que han abuzado del poder y también a quienes desde la Presidencia de la República han traicionado o conspiraron contra su candidato presidencial, a gobernadores venales y a los ladrones que hicieron de la política el medio para enriquecerse sin otro propósito que acrecentar su patrimonio a costa del país, de las instituciones y del partido.
Lamentable, que el líder en ciernes hubiera arropado a Rubén Moreira, artífice de la corrupción por 12 años en Coahuila