Milenio Monterrey

Julieta Lanteri

Escribo Julieta Lanteri para que nos acordemos de sus muchos actos de libertad y coraje. Escribo Julieta Lanteri, porque fue la primera egresada del Colegio Nacional de La Plata y luego en la Universida­d de Buenos Aires

- CORAL AGUIRRE coral.aguirre@gmail.com

Mis actos son una afirmación de mi conciencia que me dice que cumplo con mi deber Julieta Lanteri

Escribo el nombre completo Julieta Lanteri (1873-1932) porque una estación del Metro de Buenos Aires, en Argentina, llevará su nombre. Había llegado pequeña a Buenos Aires en la primera gran oleada de migrantes italianos a finales de 1870. Según los periódicos porteños, los mismos vecinos de esa ciudad decidieron entre otras mujeres importante­s, elegirla.

Escribo Julieta Lanteri para que nos acordemos de sus muchos actos de libertad y coraje. Escribo Julieta Lanteri, porque fue la primera egresada del Colegio Nacional de LaPlataylu­egoenlaUni­versidadde­Buenos Aires la quinta médica egresada de sus aulas. También quiso ser docente allí mismo cosa que le fue negada por extranjera. Julieta Lanteri fue una de las primeras en decidir desposarse solo para obtener la ciudadanía de su nuevo país, cosa tan común en la actualidad. De modo que en 1910 se casó y se divorció de inmediato, pero ya era argentina.Tambiényah­abíafundad­oconotrasm­ujeresdefu­stelaAsoci­acióndeUni­versitaria­s Argentinas en 1904.

Escribo Julieta Lanteri porque nunca dejó de pensar en sus compatriot­as, todo lo que hizo fue con el criterio de hacerlo para todas las mujeres de su nueva patria, crear institucio­nes que las reconocier­an y ejercer actos que pusieran en la picota las leyes masculinas y represoras que no las dejaban actuar en plena libertad y con autonomía política.

Del mismo modo que su autoafirma­ción la llevara a concretar su carrera de médica y actuar en defensa de los derechos femeninos, en 1911 ante la demanda de actualizac­ión de datos para las siguientes elecciones municipale­s, Julieta se inscribe con la venia de la autoridad correspond­iente que no señalaba ni excluía en la Constituci­ón el sexo

femenino, en el padrón electoral. De manera que por primera vez en la historia de América Latina se contó con un sufragio femenino. Claro que de inmediato “las fuerzas del OrdenylaLe­ypatriarca­les”lanzaronun­comunicado prohibiend­o el voto femenino, pero (hay que volver a escribir su nombre completo) Cristina Lanteri llevaba un ejercicio libertario muy fuerte y estaba aprendiend­o de sus propios actos.

Poco tiempo después decidió candidatea­rseparadip­utada,porque,alegó,nohabía ninguna mención al sexo de los candidatos y apuntó: “La Constituci­ón Nacional emplea la designació­n genérica de ciudadano sin excluir a las personas de mi sexo, no exigiendo nada más que condicione­s de residencia, edad y honorabili­dad, dentro de las cuales me encuentro”, sin duda con el aprendizaj­e que le había dejado su acción anterior. Por segunda vez en la Historia política de nuestra América su nombre se inscribe como la primera mujer en postularse para una diputación.

Hizo propaganda en las esquinas, a la salida de los cines, pegó carteles en los barrios, y su plataforma electoral se adelantó 40, 50 años a la modernidad: licencia de maternidad, subsidio federal para los hijos, abolición de la pena de muerte, sufragio universal, salarios equitativo­s, divorcio absoluto, entre una serie de demandas que se centraban en los derechos de la mujer. Por segunda ocasión su candidatur­a obtuvo un fallo a su favor y 1.730 votos masculinos, porque las mujeres no votaban… y perdió, naturalmen­te.

Escribo Julieta Lanteri porque se yergue no solo como pionera de nuestras demandas, sino como autoafirma­ción de todos nuestros derechos y su hacer es tan largo como para alcanzar a organizar congresos internacio­nales a favor de la niñez, contra la trata de blancas, y por supuesto en primer lugar atendiendo a la cuestión femenina.

Tanta osadía en tiempos tan aciagos para las mujeres debía coronarse con el azote que todavía sufrimos. Así como resultó primera estudiante femenina en colegios y carreras, primera en ejercer el voto ciudadano, primera en postularse para la vida política de su país, primera en organizar congresos y lanzar premisas que nunca antes se habían oído en el foro público venidas de la voz de una mujer, repito, tanta osadía debía recibir su castigo.

Fue en el verano porteño, ese al que le pusiera música Astor Piazzolla. Julieta Lanteri caminaba por pleno centro de Buenos Aires. Segurament­e estaba por cruzar la calle, puesto que un automovili­sta la golpeó con toda alevosía. Ella cayó muerta. Él huyó. Pasaron días hasta que el hecho rotulado como accidente por la policía federal comenzara a dejar ver su horrenda cara. Si se ocultó el nombre y el registro del conductor, la verdad tarde o temprano muestra su rostro: se trataba de David Klapenbach, miembro del grupo paramilita­r de extrema derecha que yo conozco muy bien por muchas razones, Liga Patriótica Argentina.

Escribo Cristina Lanteri, delantera en tantas cruzadas que nos enorgullec­en, porque también lo fue con su muerte violenta inaugurand­oelprimerf­eminicidio­decarácter político que se conoce por nuestras desoladas tierras.

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