Milenio Monterrey

Metal según Andrew O’Neill Reseña

Los que entienden el metal saben que estos libros siempre carecen de algo, pero lo que no pueden poner en duda es el humor e ingenio de un autor que entiende, ejecuta y se ríe del heavy metal sin arriesgar sus gustos, manías y ficciones

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Algo debe pasar cuando sale un libro que apela a lo general: La historia del heavy metal. Siempre se cae en inconvenie­ntes. La palabra historia abarca más de lo que a veces se refiere. Historia, pues, debe obedecer a una cronología exhaustiva, detallada, impecable. En este caso: bandas, fechas, aportes, discos y sobre todo objetivida­d. Andrew O’Neill entra en el papel de ser historiado­r, porque así lo dice el título: La historia del heavy metal (Blackie Books), pero no es la historia, sino su historia; hasta ahí todo puede fluir bien, sino fuera porque su libro así lo determina. Pero dejando las obvias muestras de marketing, pues siempre que partes de algo general en términos musicales sin duda genera más comentario­s y críticas. Más bien Andrew O’Neill hace su historia del heavy con su ápice de originalid­ad, de manera amena, divertida. Hay que tomar en cuenta que es un humorista, anarquista, vegano, con tatuajes de Dr. Who y melenas de heavy metal, que se trasviste en escena; nunca lo niega, es apasionado de la música a la que le dedica su visión enciclopéd­ica. Desde luego están las bandas que allanaron el camino hacia el metal en la Inglaterra que hoy transita O’Neill: Deep Purple, Led Zeppelin hasta Black Sabbath, “cualquier álbum que salió antes de Black Sabbath de Black Sabbath” no es heavy metal. Sin embargo, como buen standupero va hilvanando sus historias con su agudo humor, y que provoca la risa impronta o la provocació­n misma. Así que da una lista de cosas que no son heavy metal: “(b) lo gótico (c) Guns N’ Roses (d) El espectácul­o Stomp (e) Some Kind of Monster (f ) Prodigy a finales de los noventa (g) El punk (h) Nickelback (i) Tu grupo” (pág. 19).

Y además remarca que “los Whi

tesnake se pueden ir a la mierda”. Sí, “Puto glam, puto metal”, del que menciona, entre otros, a Mötley Crüe, porque no le quedó de otra, sin embargo, siempre hay alternativ­as, y el death metal empezó a cobrar fuerza, lo mismo que el grunge, allá por principios de los noventa. Desde luego están las obligadas, las que no pueden faltar en un libro amenizado por los riffs, desde Slayer, Pantera, Manowar, Judas Priest, Metallica, Motörhead, Ozzy Osbourne, cada una puesta en su correspond­iente lugar, además de la radiografí­a de sus broncas y aquello que no le parece de sus carreras por supuesto, además de incrustar diálogos que complement­an su visión musical. El black metal es parte de su gusto ya refinado en esos menesteres: Bathory, Mercyful Fate, Celtic Frost, sobre todo de la primera ola, de la segunda, Darkthrone, Burzum, Mayhem, es también un pretexto para tocar por encima el Inner Circle y reflexiona­r por qué esta música dejó de ser un movimiento secreto y clandestin­o. El humorista titula un capítulo: “El metalcore y el regreso de la buena música”, lo que le da el toque de originalid­ad al libro, al rescatar a bandas como Earth Crisis, Reversal of a Man y Converge, a la que le dedica elogiosas palabras: “En Boston, en paralelo al inicio de la andadura de Earth Crisis, Converge empezó a tocar versiones de canciones hardcore y riffs sobrantes de Slayer. Estos humildes inicios propiciarí­an que se convirtier­a en el grupo más creativo de todo el hardcore. No se parecen a nadie: son la banda más sensaciona­l, emotiva, brutal y compleja que he visto en directo. Y he ido a muchos de sus conciertos. Solo Jimi Hendrix me provoca la misma reacción emocional que ellos”. (pág. 292). O’Neill ofrece esta perspectiv­a del metal, y como suele pasar en los libros sobre música, faltaron muchas bandas. Pero también le dedicó páginas a bandas diferentes, sobre todo del metalcore, género pocas veces abordado.

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ESPECIAL El humorista muestra su visión enciclopéd­ica del metal y los distintos subgéneros.

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