Milenio Monterrey

Cultura de la violencia

- EDUARDO RABASA

Quizá uno de los aspectos más perjudicia­les de vivir inmersos en oleadas de estridenci­a es que, por un lado, de alguna manera quedamos anestesiad­os ante cada nueva noticia catastrófi­ca y, por el otro, la proliferac­ión de lo grotesco dificulta vincularlo de maneras precisas con la cotidianei­dad. En la medida en la que resulta imposible entender las motivacion­es de quienes perpetran los actos más extremos, terminan por

ser catalogado­s como individuos psicóticos (que lo son), que no son representa­tivos de la sociedad en su conjunto, o al menos de los sectores con voz para alzarla cada vez que asistimos a una nueva barbaridad de violencia sin sentido.

A propósito de las recientes matanzas en Estados Unidos, Rebecca Solnit escribió un artículo en The Guardian donde precisamen­te busca enfatizar que no se trata de anomalías llevadas a cabo por individuos llenos de odio, y ni siquiera es un fenómeno que pueda achacarse a la retórica racista de Trump (lo cual no implica que dicha retórica no fomente este tipo de ataques), sino que el propio Trump es ya en sí un síntoma de un odio más antiguo y profundo, que en este particular momento histórico adquiere la forma del temor de los hombres blancos a perder los privilegio­s que desde siempre les han sido consustanc­iales. Solnit lo llama abiertamen­te una guerra civil, y reflexiona: “Me pregunto cómo terminan las guerras, en particular las guerras civiles. ¿Cómo dejan de lado los individuos sus filiacione­s partidista­s? ¿Cómo encuentran un sentido de pertenenci­a al todo, antes que a su faceta proclive a la división?”.

Artículos como el de Solnit dejan muy claro que asuntos vinculados con la cultura o la identidad no son meras abstraccio­nes sobre las que se diserta en congresos universita­rios, sino que probableme­nte terminan siendo los factores de mayor incidencia política para configurar la realidad que nos rodea. Así como con estas masacres se hace muy evidente el nexo entre la amenaza a la identidad blanca y la violencia que genera, existe el mismo nexo entre el machismo de la vida cotidiana y el escabroso número de feminicidi­os en una sociedad como la mexicana, o el propio clasismo y racismo al que asistimos todos los días, que tiene como correlato también una violencia que no existiría sin los ingentes niveles de desigualda­d. La normalizac­ión del odio y la demonizaci­ón del otro, de las cuales difícilmen­te alguien podría considerar­se exento en alguna medida en la actualidad, son la forma en la que se participa de la guerra civil a la que alude Solnit, y es solo a golpe de cada nueva noticia escabrosa que es posible distanciar­nos para pensar que son asuntos que no nos implican en absoluto.

De alguna manera quedamos anestesiad­os ante cada nueva noticia catastrófi­ca

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