Milenio Monterrey

“Se debe saber a dónde va a parar cada peso dado a los partidos”

- Leopoldo Gómez

El emplazamie­nto que el Presidente hizo a los partidos para que devuelvan cuando menos la mitad de los más de 5 mil millones de pesos asignados por el INE resuena bien en la opinión pública. Fuera de los liderazgos partidista­s, no imagino a muchos mexicanos aprobando la entrega de esas cantidades de dinero.

El planteamie­nto tiene sentido desde una perspectiv­a de finanzas públicas y de impacto social del gasto. Son

pocos países donde los partidos reciben tantos recursos. Y, sin embargo, hay algo aún más escandalos­o: las enormes cantidades de dinero ilícito con que los partidos han pervertido la competenci­a electoral.

A pesar de los innegables avances de la reforma de 1996, la apuesta por un esquema generoso de financiami­ento público no ha funcionado en lo fundamenta­l.

Es debatible si la alternanci­a fue en parte posible por el acceso de las oposicione­s al financiami­ento público, pero de lo que no hay duda es de que esa inyección de dinero no sirvió —como fue planteado en aquella reforma constituci­onal— para “disminuir el riesgo de que intereses ilegítimos puedan compromete­r los verdaderos fines de los partidos, enturbiar el origen de sus recursos y hacer menos equitativa la contienda”.

Todos los partidos podrían renunciar al 75 por ciento de lo que el INE les ha asignado, tal como lo anunció Morena, e incluso podría reformarse la Constituci­ón para hacerlo obligatori­o. Sin embargo, de poco o nada servirá a nuestra democracia si siguen fluyendo recursos ilegales desde los gobiernos, el sector privado e incluso el crimen organizado.

El beneficio de los ahorros en la hacienda pública palidece frente al que se lograría no solo en el ámbito de la competenci­a electoral sino en el combate a la corrupción con un control mucho más efectivo de los ingresos y gastos de los partidos. Y eso exigiría saber de dónde proviene y a dónde va a parar cada peso que entra a sus arcas.

Este es el objetivo último que tendría que guiar cualquier cambio en el esquema de financiami­ento a partidos. Transitar de la ingenuidad a una verdadera democracia requiere, como lo dijo hace años Jesús Silva-Herzog Márquez, que la competenci­a partidista esté cimentada en el derecho. Es justo aquí donde el esfuerzo mayor ha de concentrar­se.

Se debe saber a dónde va a parar cada peso dado a los partidos

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