Días de prueba
Unos días sin agua, sin previo aviso y en pleno calor, bastaron para encender las alarmas y provocar las preguntas. Primero fue Cadereyta, lo que fue ya tomado como castigo divino, pues esto llegó tras semanas de violencia y de inseguridad
que desembocaron en la toma del control policiaco por parte del gobierno del estado.
A los habitantes de Cadereyta se les dijo que sería solo una suspensión de doce horas. Pasó mucho más. A los dos días la sorpresa inicial derivó en otra: en lugar de arreglarse, la escasez se propagó a otros municipios metropolitanos.
Cientos de hogares se quedaron sin agua en cocinas y baños. Algunas colonias fueron abastecidas precariamente con pipas. La gente iba y venía con diablitos prestados por los propios vecinos para transportar sus cubetas. Nunca fue suficiente.
Las causas de fondo fueron los desperfectos en el ducto China Monterrey. Todo eso puede pasar, por supuesto, pero cada vez que pasa lo menos que se puede esperar es la sospecha fundada. ¿Está de veras bien operado el sistema de ductos y tuberías de agua potable hacia la ciudad y dentro de ella?
Y después vienen las terribles interrogantes con respecto al futuro próximo: ¿Estamos preparados para el abasto de agua en un Monterrey que crece y seguirá creciendo en número de hogares y de industrias? ¿Nuestro gobierno será capaz de gestionar adecuadamente, no ya un ducto, sino un plan hídrico que está aprobado pero que no ha comenzado sus más elementales trabajos?
Van a cumplirse cuatro años de la fastuosa sepultura de Monterrey VI, el enorme ducto que traería agua desde el río Pánuco. El problema es que desde entonces a la fecha no se ha visto nada sólido para traer el necesario líquido. Comparado con lo que se necesita, lo hecho resulta insuficiente. Y nos acercamos a situaciones reales de riesgo.
El Plan Hídrico, la autorización de la presa y de la deuda...todo eso debió estar listo hace dos años, igual que la compra de terrenos. Pero entonces las prioridades andaban en campaña.