La noche de las nerds
Cuando La noche de las nerds (Booksmart), dirigida por Olivia Wilde, se estrenó el pasado mayo en Estados Unidos, pasó desapercibida en una cartelera en la que Aladdín, John Wick 3, Detective Pikachu y Avengers: Endgame acapararon la atención. Twitter no había estado tan molesto por la derrota injusta de una mujer desde que Hillary Clinton perdió las elecciones presidenciales. El debut de Wilde como directora, un guión original con dos protagonistas femeninas que rompen con los estereotipos de la cultura juvenil merecía más amor, más taquilla. En un mercado monopolizado por Disney es altamente probable que la invisibilidad sea el destino
de cualquier película que no sea franquicia, remake o adaptación de un best seller. Como dato a considerar, este año Disney ocupó los primeros cuatro lugares del top 5 de la taquilla de 2019 gracias a Avengers: Endgame, El Rey León, Capitana Marvel y Toy Story 4. Así que, este fin semana, unámonos a la resistencia, y hablemos de pequeñas grandes películas.
Días antes de graduarse para comenzar su educación en prestigiosas universidades, Amy y Molly, mejores amigas y mejores estudiantes de su generación, se dan cuenta de que debieron haberse tomado menos en serio la escuela y haberse divertido de acuerdo con su edad. Su instinto por sobresalir las lleva a proponerse compensar cuatro años de diversión desaprovechada en una noche, yendo a una serie de fiestas en las que harán de todo: desde ligar hasta violar la ley.
En la superficie de su premisa, La noche de las nerds augura las dinámicas de pubertad de un coming of age. Algo hay de eso. Además, en su debut como directora, Olivia Wilde le da a la categoría teen movie un progreso no visto desde hace décadas. Borra líneas divisorias, relaja estereotipos, mostrando las aulas de secundaria como un microcosmos actualizado de la sociedad. La tiranía de las rubias y los atletas ha sido derrocada; en vez de pensar binariamente en populares y perdedores, estudiosos y lacras, esta comedia nos propone escuchar las voces del relevo generacional en personajes diversos que no están antagonizados, ni rígidamente agrupados en bandos. Podemos ver cómo Wilde rompe el sagrado molde de las teen movies en una escena fundamental que tiene lugar en un baño mixto. Allí, Molly confronta a tres compañeros (dos chicos y una chica) a los que acaba de escuchar expresarse de ella denigrantemente. Su mecanismo de defensa es contestarles que mientras ellos son populares en el presente, ella tiene futuro asegurado, ya que fue aceptada en la Universidad de Yale. Sus trolls entonces le informan que ellos también irán a una escuela tan buena como la de ella, derrumbando así la percepción que Molly tiene del mundo y la que nosotros tenemos de este género cinematográfico. Situaciones como ésta suceden varias veces en la trama, recordándonos que el mundo ha cambiado.
Lo que el guión nos presenta como una nueva cultura juvenil no ahuyenta a quienes crecimos con las clásicas teen movies. Entiéndase las tóxicas heteronormadas. Beanie Feldstein y Kaitlyn Dever como las protagonistas con excelencia académica forman una estupenda dupla. No lo sé de cierto, pero pareciera que la directora se enfocó en retratar una amistad con matices, en vez de exigirle a sus actrices ser constantemente graciosas. La noche de las nerds es de un carisma y empatía que duran más que el efecto de cualquier gag. Es la mejor en su género desde Mean Girls.
Esta comedia nos propone escuchar las voces del relevo generacional