Milenio Monterrey

Verónica Maza

Sabias, la cara femenina de la ciencia

- VERÓNICA MAZA BUSTAMANTE elsexodrom­o@hotmail.com @draverotik­a FB: La Doctora Verótika

La promoción del clítoris como la principal zona a estimular para alcanzar orgasmos es magnífica, pero se debe aclarar que no es la única manera de acercarse al clímax. Lo que sí es un hecho es que, a diferencia de este botón que corona la vulva y es visible, los puntos que se pueden estimular en el interior de la vagina no se ven, muchas veces no se pueden sentir durante el autoerotis­mo y, por lo regular, no se conocen ni se ubican al tanteo.

Tenemos el Punto A, entre el cuello de la vagina y el Punto G, ubicado detrás del pubis; el Punto U, en la uretra; el Punto K, al final de la vagina, casi llegando al cuello del útero (por lo que también se le llama “el paisaje misterioso”), más los que aún no se nombran pero están ahí dentro, esperando ser descubiert­os.

Podríamos tener una guía de cómo acomodarno­s si deseamos buscarlos, no obstante, hay otras formas más divertidas y espontánea­s para, sobre todo, sentirlos. En todas ellas, la pelvis juega un papel muy importante.

Pienso en Elvis Presley y su manera de mover esa zona del cuerpo que va de la cintura hasta el comienzo de las piernas. ¿Recuerdan que lo censuraban porque, decían, con esos movimiento­s excitaba sexualment­e a quienes lo veían bailar? La idea no era gratuita, pues la pelvis es una gran herramient­a para el placer.

¿Cómo pueden utilizarla? Es muy sencillo: cambien todas las veces posibles su postura durante el encuentro erótico, pensando en la pelvis y no en el pene. No me refiero, para que quede más claro, de cambiar del perrito al misionero y luego a la cucharita, ella arriba, ella abajo, manteniend­o el mismo movimiento de entrada y salida del pene con un mismo ritmo.

La mujer debe ir moviendo lentamente la cadera en cada posición para poder percibir la estimulaci­ón. Si lo que siente no es

intenso, entonces puede moverse otros centímetro­s y luego otros más hasta llegar a un sitio en donde sea mucho más intenso lo que sienten. Llegado a ese punto, es importante mantener la postura y comenzar a modificar el ritmo y la intensidad.

Por ejemplo, en esa postura de las tijeras, que puede derivar de la cucharita (ambos de lado, ella con su cuerpo inclinado hacia arriba, con una pierna apoyada en la cama y la otra elevada, lo más recta posible), la extremidad levantada puede irse moviendo muy lentamente hacia el techo o hacia el piso. También se puede empujar aún más sujetándos­e de una esquina de la cama. La pelvis femenina debe encargarse del sostén del cuerpo. La pelvis masculina, en caso de una pareja heterosexu­al, deberá hacer su propia labor acomodándo­se, siguiendo su intuición ante el placer ajeno y propio. Para llegar al Punto K es necesario empujar fuerte, a menos que se involucre un miembro largo que llegue lejos.

Así que el consejo de este fin de semana es que se dejen seducir por el espíritu de Elvis y muevan las caderas a ritmo del placer.

A diferencia del clítoris, los puntos en el interior de la vagina no se ven, no se sienten durante el autoerotis­mo y no se conocen ni se ubican al tanteo

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