Milenio Monterrey

La fragilidad de la empatía

- LUIS PETERSEN FARAH luis.petersen@milenio.com

Hace ocho días intenté plantear aquí un punto de vista sobre el debate migratorio como un dilema ético. Como en todas partes, en México hay dos enfoques en conflicto.

Esta semana me relataron una conversaci­ón. A la salida de un templo en domingo, unas personas que apoyan a los migrantes en la vía del tren se acercaron a doña no sé qué para pedirle ayuda. No les voy a ayudar, dijo ella: prefiero mejor auxiliar a los mexicanos que están en la misma situación y que son nuestros. A los extranjero­s, no. No deberían entrar más pobres aquí. Además, quién les asegura que no son delincuent­es. Pero es que ahí están, señora, replicaron los recolector­es: llegan en el tren allá en el poniente y se bajan con hambre... con hambre.

No hubo conclusión ni acuerdo. Pero, asumiendo la buena voluntad de las dos partes, sí que hay visiones diferentes. Una que tiene más que ver con los derechos de los migrantes y otra que busca dar prioridad a la construcci­ón de una sociedad, con un imaginario específico. Y quizá las dos visiones sean válidas, pero el punto es construir una posición más racional y sustentada, una reflexión ética por encima de una mera empatía, definida como “sentir lo que crees que otros sienten o experiment­ar lo que otros experiment­an”.

La empatía es frágil y sucumbe con demasiada facilidad ante los discursos políticos o ante cualquier rollo. Por eso los embates trumpianos contra los migrantes han logrado generar violencia racial: la empatía cambia de dirección y más cuando no ha sido el inicio de una construcci­ón racional a su alrededor.

Paul Bloom, de quien tomo aquella definición de empatía, escribió hace tres años Against emphaty. The case for rational compassion (Contra la empatía. En defensa de la compasión racional), interesant­e ensayo donde explora la necesidad de partir de otras bases en el pensamient­o ético.

“Es fácil entender por qué tanta gente ve la empatía como una fuerza poderosa para el bien y para el cambio moral”, dice. “Es fácil ver por qué tantos creen que el único problema es que muchas veces no tenemos suficiente empatía. Yo creía eso. Ahora ya no”.

Añade: “La empatía puede algunas veces llevarnos hacia el bien, pero en general es una pobre guía moral... fundamenta juicios torpes y muchas veces motiva la indiferenc­ia y la crueldad. Puede llevar a decisiones políticas irracional­es e injustas”.

Y pone un ejemplo cercano del uso político de la empatía. “A Donald Trump, en su campaña de 2015, le gustaba hablar de la historia de Kate Steinle, asesinada por un inmigrante indocument­ado. La llamaba sólo Kate para hacerla más cercana a su audiencia y hacer más vívido su discurso de asesinos mexicanos”.

Por eso el debate urge, en la medida que ayuda a entender críticamen­te el fenómeno de los migrantes en nuestro país, sus causas, sus posibilida­des, a largo plazo y los caminos alternativ­os, si los hay. Sobre todo la crisis humanitari­a, el resultado trágico y sin solución a la vista.

La globalizac­ión apareció como una circunstan­cia clave: junto con el mercado y la inversión, se borran las fronteras del trabajo aunque casi siempre permanezca­n en los mapas. Yo me voy por una intelecció­n cercana,queempieza­porplatica­rallá,enlasvíasd­eltren.

El sentimient­o de identidad es frágil y sucumbe con facilidad ante los discursos políticos

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico