¿Arriesgarnos?...
1 . … pareciera que es nuestra única opción. Y es que a como van las cosas, no se ve claridad en cuanto a la evolución del coronavirus. Entre la proverbial desconfianza que tenemos a las informaciones de las autoridades oficiales –incrementada en la actual administración– y el comportamiento impredecible del minúsculo flagelo, la incertidumbre es lo único cierto que advertimos.
2. Tenemos más de dos meses en confinamiento –quienes nos hemos podido dar ese privilegio– y ya queremos salir, por razones económicas, familiares, deportivas, religiosas o afectivas. Pero se nos dice que debemos quedarnos en casa, y la solución se ve todavía a muy largo plazo. Falta mucho para contar con una vacuna confiable o medicamentos que contrarresten el virus.
3. Hay que correr el riesgo, dicen algunos, porque el que no lo hace no gana, porque debemos ser valientes. La cuarentena está erosionando la interacción familiar, destruye la ya maltrecha economía, daña las relaciones afectivas. Nos urge visitar a la abuela, organizar la carne asada con los amigos, salir a correr, ir a la cantina o a la capilla del Santísimo.
4. Quien se arriesga argumenta que lo hace por ser dueño de su vida, porque es arrojado y echado para adelante, porque da lo mismo contagiarse hoy que mañana. Exige que se respete su decisión y enfrenta la adversidad con valor y osadía. No considera, sin embargo, un elemento fundamental de su decisión: la posibilidad de afectar a las otras personas.
5. En efecto. El hecho de que el contagio inicial sea asintomático, nos permite pasear al virus sin darnos cuenta y transmitirlo también sin ser conscientes de ello. Al arriesgarnos, entonces, no solo ponemos en peligro nuestra salud y, en último término, nuestra vida, sino la de los demás. Supongamos que de lo primero tenemos derecho. Pero: ¿también de lo segundo?
6. Creo que sin paranoias ni hipocondrías habría que analizar el alcance de nuestros riesgos, el impacto de nuestras decisiones. Una cosa es que tengamos que salir para trabajar y otra para divertirnos o socializar. La frontera entre la valentía, la intrepidez y la irresponsabilidad e insensatez es muy tenue. Ojalá tengamos la capacidad para distinguirla.
7. Cierre ciclónico. Anne Soupa, teóloga francesa de 73 años, presentó su candidatura para pastorear la Arquidiócesis de Lyon. Es decir, aspira a ser el próximo arzobispo (¿o arzobispa?) de esa comunidad. Ella sabe que, de acuerdo a los protocolos canónicos, no es posible. Pero quiere provocar una reflexión sobre el papel de la mujer en la Iglesia, y creo que lo logra.
La cuarentena está erosionando la interacción familiar, destruye la ya maltrecha economía, daña las relaciones afectivas