Cierran el paso a los migrantes; abren playas a springbreakers
Pandemia. Los controles de Migración en la frontera con Guatemala se reforzaron, mientras que los estadunidenses comienzan a invadir el Caribe sin restricciones
Los controles del Instituto Nacional de Migración se endurecieron en la línea divisoria con Guatemala a horas de la llegada a México de la enviada de la Casa Blanca a la región, Roberta Jacobson, mientras que los estudiantes estadunidenses conocidos como springbreakers comienzan a invadir las playas del Caribe sin restricción alguna.
Las diferencias entre Cancún y Tapachula, sobra decirlo, son abismales, pero en esta primavera parecen ser aún mayores. De un lado la playa, el sol y los turistas enfiestados; del otro, los retenes para frenar el covid y el deseo de los migrantes centroamericanos de jugarse incluso la vida en su tránsito hacia EU donde, suponen, habrá una vida mejor.
En este contraste hasta el ánimo es distinto: en Cancún predominan las camisetas, bermudas y pareos a tono con el sol brillante y el agua turquesa del Caribe mexicano. En Tapachula la ropa de los migrantes que tratan de cruzar hacia México es oscura, como si desearan camuflarse con la vegetación y la corriente del río Suchiate.
Es el sur-sureste mexicano. Abierto sin restricciones para quienes quieran vacacionar en la Riviera Maya, donde hasta el coronavirus parece haber desaparecido, donde llegan muchos dólares sin cubreboca. Y kilómetros abajo, en Chiapas, la frontera cerrada para evitar la propagación del covid y con obstáculos para quienes intentan entrar para realizar actividades “no esenciales” en nuestro territorio.
En las playas de Quintana Roo se ha proscrito el covid.
En la barra del Tequila Bar, en Playa del Carmen, una pareja de italianos baila y se besa sin temor al virus, mientras una multitud aplaude. Afuera, en la famosa Quinta Avenida, dos mujeres juntan sus cuerpos y beben de la misma botella; tampoco hay miedo a contagios o algo parecido.
Son estampas normales en este gran balneario mexicano que aloja en estos días a 100 mil turistas, según cifras de la Secretaría de Turismo de Quintana Roo. Han llegado de todo el mundo, en medio de la pandemia, para disfrutar del paraíso.
La “demasiada gente”
El terror al contagio ha desaparecido. De un momento a otro las calles, bares, antros, hoteles y hasta el transporte público se llenan de turistas. La “demasiada gente” que caracteriza a otras urbes como Ciudad de México, Guadalajara o Monterrey parece haberse dado cita aquí.
La mayoría son springbreakers que vienen de Estados Unidos, Canadá, Francia e Italia, aunque también hay venezolanos, cubanos, ecuatorianos, argentinos, colombianos y brasileños con su falsa creencia de que una prueba negativa al covid los hace inmunes.
No los inmuta el reciente caso de 44 jóvenes argentinos que vinieron a Cancún a celebrar una graduación y regresaron a su país siendo positivos a las pruebas de covid.
Pero esta tendencia al “valemadrismo sanitario”, si se permite el término, no es propia solo de Cancún. Ocurre también en otros puntos turísticos como Tulum, Mahahual o Isla Mujeres, donde la bacanal comenzó hace una semana e irá en aumento en intensidad en las siguientes.
La simple presencia de vacacionistas ya desafía las normas de sana distancia: los bailes, las convivencias, la saturación de hoteles y restaurantes es la “normalidad”.
Para los vecinos en la zona, todo está bien; hay miedo por el covid, pero aseguran que ya era necesario reactivar la economía.
La mayoría de vacacionistas son jóvenes, pero también hay adultos que ya perdieron el miedo a contagiarse. Nadie trae cubrebocas, muchos beben del mismo vaso y fuman del mismo cigarro; se abrazan, se besan y juegan a pasarse el humo del tabaco y otras hierbas.
En muchos establecimientos de la Riviera Maya la toma de temperatura y el gel antibacterial fueron desplazadas por la premura de ofrecer la mejor mesa a los clientes.
Lejos quedó la desolada postal de 2020: cerrados el aeropuerto, las avenidas, los bares, los negocios. Hoy la ocupación hotelera en la región, según la Secretaría de Turismo estatal, es de 60 por ciento y, trague saliva, calculan que llegue a 100 la próxima semana.
En la Quinta Avenida de Playa del Carmen las luces neón y la música atronadora obliga a los siempre enfiestados springbreakers a subir la voz. Al ver que grabamos, un grupo de jóvenes capitalinos se acercan para decirnos que es tiempo de salir: “¡El covid no se ha acabado, pero tampoco nosotros!”. Salud.
El semáforo epidemiológico de Quintana Roo está en amarillo;
ha registrado 20 mil 879 contagios y 2 mil 464 muertos desde el inicio de la pandemia.
Freno a migrantes
En Chiapas hay frustración, enojo, indignación. Algunos centroamericanos en esta frontera tratan de negociar: que haya una excepción para seguir su camino a EU, dicen que “conocen a alguien”, que “siempre han pasado por aquí sin problemas”. Nada da resultado. Los agentes del Instituto Nacional de Migración son inflexibles. No hay paso. La frontera entre México y Guatemala está cerrada a los viajes no esenciales. Punto.
Apostados en la ribera del río Suchiate, los agentes migratorios esperan junto a elementos de la Guardia Nacional. Se acercan a cada balsa que llega a México y piden identificaciones.
—¿Cuál es tu fecha de nacimiento? —pregunta un oficial a un adolescente.
—Pues no sé. Ahí dice Falló la prueba y va de regreso a Guatemala. Es la historia de estos días.
Del otro lado del río, en Tecún Umán, la vida sigue.
Es como si en esta parte del mundo nada importara.