Milenio Monterrey

Seremos comidos vivos

- RAÚL DEL POZO

Quizás el año 2020 pase a ser recordado con tanto derrotismo como el de 1898. Aquello fue un desastre militar, esto un crack ocasionado por una pandemia que no termina de ser vencida. Entonces perdimos una guerra peleando contra los americanos, ahora la estamos perdiendo luchando entre españoles y españoles que no quieren serlo. Ya hay más muertos por el coronaviru­s que los que hubo en Cuba y Filipinas. En esta guerra muda no se destruyen edificios, sino personas y lo que más prospera son las colisiones entre partidos. No nacen niños porque no se aprietan las tabas. Tánatos ha derrotado a Eros. Se liga a través de apps como Tinder o Meetic y no suele rematarse.

Esta ruina no es original en lo relativo a la quiebra; incluso en la época imperial hubo bancarrota­s. Tampoco es nuevo el quilombo político ni sus mediocres charlatane­s en la época populista. Hay un Gobierno que tiene la oposición en si mismo. Sobrevive, no con la gestión, sino con el márketing y las falsas promesas, apoyadas por unos partidos que se matan por el bable y dan la vara para que el Rey trabaje en Mónaco de crupier. Como escribe en nuestro periódico Teodoro García Egea, el Gobierno de Pedro Sánchez «trabó una coalición negativa con las fuerzas populistas para instaurar un sistema de dominación de los tres poderes del Estado, a espaldas del interés general y despecho del constituci­onalismo». No nos dice el dirigente del PP para qué sirve su partido cuando España sigue hundiéndos­e en la gran depresión y sus políticos juegan a las mociones de censura en una política que llaman espectácul­o y no llega a ser un reality. Escribió Don Manuel Azaña, que tenía la flor de la canela: «Ni siquiera una guerra sirvió de soldador y cada cual tiró por su lado». Como ahora.

Mientras, se han muerto miles de ciudadanos, se han cerrado las ventanilla­s de la Administra­ción y para lograr cualquier papel hay que pedir audiencia. España está cascada y jodida y no carbura. Sólo funcionan las funerarias, los botellones y las oficinas de recaudació­n. No atienden a los de los ERTE ni pagan muchos salarios mínimos. Los nuevos jubilados no pueden cobrar. Recordemos la mala gestión de la pandemia, el mangoneo de las vacunas... que solo funciona bien la propaganda en la peor crisis económica de los últimos 85 años, cuando el PIB se hundió hasta el 11% y la deuda la van a pagar los nietos que no tengo. Los que, de momento, hemos sobrevivid­o a la peste, al final, como en el poema de Brecht, seremos comidos vivos por las mediocrida­des.

Se han muerto miles de ciudadanos, se han cerrado las ventanilla­s de la Administra­ción

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