“Llaman a jueces a vociferar para usarlos de arma política”
La independencia judicial es un pilar del Estado de derecho, componente básico de cualquier orden civilizado. Contar con jueces y juezas que hagan valer nuestra Constitución, que impongan límites al ejercicio arbitrario del poder y que den vigencia a los principios y valores que ésta consagra es la mayor conquista de la democracia. Sin embargo, en momentos de gran polarización —cuando los extremos se acentúan y la rivalidad política se intensifica— surgen voces que distorsionan su sentido, pretendiendo que juez as y jueces tomemos partido en la arena política para“probar” nuestra independencia. Exigen que si queremos convencer de que somos realmente independientes, debemos vociferar, no ser tibios y enarbolar las causas de los distintos jugadores políticos. De lo contrario—dicen—no hay independencia judicial, solo complacencia y sumisión.
Lejos de respetar la autonomía del Poder Judicial, estas voces pretenden utilizarlo como arma política. Al igual que las presiones provenientes del poder político, siempre presentes, estas fuerzas buscan debilitar la imparcialidad propia de la función jurisdiccional, desfiguran la división de poderes, amenazan la integridad judicial y erosionan el sistema que garantiza que los conflictos sociales se resuelvan de manera pacífica y razonada. Por eso, tanto en momentos de estabilidad como de polarización política, debemos tomarnos en serio la independencia judicial. No como un instrumento más del repertorio de estrategias disponibles para el juego político, sino como una garantía para la función jurisdiccional y como una responsabilidad pública indispensable para la vitalidad del Estado de derecho.
Tomarse en serio la independencia judicial es brindar a las juezas y jueces de este país las condiciones para que hagan su trabajo todos los días, con integridad: sin presiones externas —ni del poder político ni de los poderes económicos, mediáticos o criminales que buscan poner el derecho al servicio de intereses privados—; sin temor a enfrentar consecuencias por sus decisiones —sean políticas, económicas, personales o de cualquier índole—, y sin instrucciones de cualquier autoridad, interna o externa al Poder Judicial.
Además, tomarse en serio la independencia es entender que no es un escudo para la arbitrariedad judicial. Las garantías de la independencia judicial se otorgan en función de la importante responsabilidad pública que implica impartir justicia, por lo que juezas y jueces debemos ejercer nuestro cargo con imparcialidad y honestidad absolutas. Es un error valorar el trabajo de las y los jueces como si fuera un partido de futbol, pensando que solo son independientes si fallan en el sentido que agrada o favorece a unos u otros. Es a través de las razones y no del sentido del fallo quesee valúa la integridad de la decisiónjudicial. Por ello, las personas juzgadoras debemos respaldar nuestras decisiones con argumentos robustos y evidencia clara, no con base en ocurrencias, prejuicios o inferencias endebles. De esta manera, la sociedad puede distinguir aquellas decisiones que son debatibles de las que son arbitrarias.
Asimismo, las decisiones judiciales pueden ser combatidas en la misma lógica de la independencia judicial, a través de los mecanismos instaurados para que los fallos sean revisados por tribunales cuya actuación se enmarca en los mismos cánones de argumentación, ajenos a los clamores político-partidistas.
Finalmente, la independencia judicial se robustece con los controles institucionales para vigilar y sancionar a los funcionarios que transgreden sus obligaciones al interior del Poder Judicial. Aunque la gran mayoría de las y los jueces federales son personas honestas, que trabajan incansablemente para resolver con imparcialidad y vocación de servicio, también hay casos de funcionarios que no están a la altura de su compromiso y que han enfrentado consecuencias cuando se alejan de la rectitud e imparcialidad que les es exigida.
En un país polarizado, es imposible complacer a todos. En momentos como estos, nuestro compromiso con la independencia judicial es más firme que nunca. El Poder Judicial de la Federación no será utilizado como herramienta del juego político ni perderá su imparcialidad. Seguiremos velando por el respeto de los derechos humanos y del orden constitucional. Esa es nuestra primera y más alta responsabilidad.
Es un error valorar el trabajo de las y los jueces como si se tratara de un partido de futbol