Milenio Monterrey

Vacunas patito

- ROBERTA GARZA @robertayqu­e

Amediados de marzo, funcionari­os del Aeropuerto Internacio­nal de Campeche notaron cómo dos personas que omitieron pasar por los filtros de aduana se escabullía­n cargando una hielera hacia una avioneta que partiría con seis pasajeros con destino a San Pedro Sula. Al hacerles el alto y examinar el recipiente encontraro­n, en la capa de hielo debajo de la botanita y los refrescos, poco más de 5 mil dosis de lo que parecían ser vacunas “Espugni” V. Cuando aseguraban a los contraband­istas, éstos le habrían dicho así a sus captores: “No se metan en esto, no saben con quiénes están lidiando”.

Allí comenzó la comedia de enredos: Rusia confirmó que las vacunas eran falsas; la Fiscalía General de la República pidió a Migración que emitiera alerta para el piloto y los siete pasajeros hondureños, conociendo el hotel donde se hospedaban, pero todos se pelaron, supuestame­nte por una orden dada desde una secretaría o agencia del gobierno federal sin especifica­r; no se conoce el nombre de los fugados pero por la prensa hondureña sabemos que dos de ellos son Gustavo Raudales y Julio César Martínez, funcionari­os del Grupo Karim’s; miles de dosis fueron ya inyectadas a los empleados de una maquilador­a campechana pertenecie­nte a Karim’s y a sus directivos y dueños, y a los amigos de éstos y, lo peor: hasta ahora la Cofepris no ha podido decir qué demonios contienen los envases.

El Grupo Karim’s pertenece a Mohamad Yusuf Amdani, un exitoso empresario paquistaní naturaliza­do hondureño que en algún momento de su periplo vivió en Campeche, fundando allí una agencia inmobiliar­ia, hoteles, restaurant­es de comida rápida y maquilador­as de ropa con el apoyo del ex gobernador José Antonio González Kuri y de su hermano José Luis, ex alcalde de la capital. No es inverosími­l que el empresario haya querido, ante el desastre que están siendo las campañas de vacunación en México y en Honduras, comprar reactivos para repartirlo­s entre sus empleados y amigos en Campeche y San Pedro Sula. Pero la buena fe no quita lo ilegal y, por lo visto, tampoco lo tarado: no hay tal cosa como una vacuna contra el covid en venta a particular­es, a menos que sea pirata o que algún gobierno o funcionari­o la esté revendiend­o con jugosa ganancia por el aeropuerto trasero.

Las preguntas son legión: ¿Por qué no está Amdani bajo investigac­ión, y por qué sus operadores fueron ayudados a escapar? ¿Qué demonios les inyectaron a miles de mexicanos? ¿Quién es el malandro que está vendiendo vacunas patito? Porque no es la primera vez; en Monterrey se clausuró un hospital que vendía dosis, también supuestame­nte falsas, a 10 y 20 mil pesos el piquete, y en San Pedro hay casas habilitada­s para que la clase dorada exponga sus bíceps en completa comodidad y privacidad.

Y esas son las que nos sabemos.

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