Democracia sí, pero…
Cuando se trata de valorar la democracia y sus instituciones, los mexicanos somos ambivalentes. Al menos esa es la lectura que arroja la Encuesta Nacional de Cultura Cívica (Encuci) 2020, publicada la semana pasada por el Inegi; un estudio que busca identificar las creencias, valores, actitudes y prácticas que definen a la ciudadanía.
Aunque en un plano normativo las evaluaciones tienden a ser positivas, los datos presentan un panorama complejo.
Si bien dos de cada tres encuestados prefieren la democracia, el resto piensa que podría ser mejor un gobierno no democrático o dice que da lo mismo el tipo de régimen.
De igual manera, aunque 90 por ciento considera que todos debemos participar en la toma de decisiones, 40 por ciento también acepta la idea de un gobierno encabezado por militares.
Si pasamos del ámbito normativo al funcionamiento de la democracia y sus instituciones, las valoraciones se vuelven más negativas. Así, a pesar de la preferencia por la democracia, los encuestados que se dicen satisfechos con ella y los que no lo están se dividen por mitad.
Y si bien 80 por ciento sostiene que el voto sirve para que haya un mejor gobierno, casi dos terceras partes afirman que los gobernantes no están muy interesados en lo que la gente piensa.
Casi 60 por ciento de los entrevistados reconoce que los partidos son necesarios para participar en la vida política, pero, al mismo tiempo, la mitad opina que no sirven para nada. En otras palabras, se reconoce el papel que deben cumplir los partidos y, sin embargo, se reprueba su desempeño.
No sorprende la poca confianza que la gente tiene en los partidos. Según esta encuesta, solo 3 por ciento de los encuestados confía mucho en ellos. Y la situación es prácticamente la misma con diputados, senadores y legisladores locales.
Esta constelación de opiniones representa un panorama muy preocupante para nuestra democracia. Si se extienden y se enraízan las valoraciones negativas sobre su funcionamiento y el de sus instituciones, no podemos desc artar que la preferencia que todavía hoy concita como la mejor forma de gobierno se vaya erosionando.
Y ese es el caldo de cultivo perfecto para que florezca el autoritarismo.
No sorprende la poca confianza que la gente tiene en los partidos