Gamés, vacunado
Un grupo de jóvenes recibió a Gil a las puertas de la Universidad La Salle, le pidieron amablemente su INE y su CURP, que él había impreso con disciplina y previsión, y entró al bien organizado laberinto de la vacunación
Al fin, después de una desesperada expectación, de días y días mordido por la impaciencia, noches con los ojos abiertos, o abiertos con las noches en ojos, da igual, llegó el día marcado en el destino de Gil. Amaneció a las 7.26 de la mañana, el Meteorológico pronosticaba 19 grados centígrados a las once.
Habitante no del todo indeseable de la alcaldía Cuauhtémoc, Gamés se dirigió a la Universidad La Salle. Caminó por la calle Carlos B. Zetina, un señor que fue Presidente del Ayuntamiento allá en la segunda década del siglo XX.
Un grupo de jóvenes recibió a Gil a las puertas de la universidad, le pidieron amablemente su INE y su CURP, que él había impreso con disciplina y previsión, y entró al bien organizado laberinto de la vacunación. Muchachas y muchachos llenaban formas y formos y otros y otras con banderines llevaban a los adultos mayores frente a las mesas donde los médicos, civiles y militares vacunaban a destajo y destaja.
Un periódico, Gil no recuerda cuál, puso en su primera plana estas frases: “Abuelitos, bailan felices después de ser vacunados”. Gil no tiene nada contra la vejez, pero la verdad se sintió decrépito. La organización impecable, aunque un amigo que no malquiere a Gilga lo previno: no prodigues elogios, pues es los menos que debían hacer. Tiene razón, pero como sea, la organización, muy buena. Un joven médico explicó que la vacuna podría provocar eventualmente algunas reacciones menores: dolor en el brazo, cansancio, dolor en el cuerpo y otras minucias. Adiós, doctor, muchas gracias. Adiós, venerable anciano.
Sálvese quien pueda
Gil caminó y le agregó algunas cuadras más a su viaje. Se sentía en perfectas condiciones, un trascabo, listo para salir por la puerta de toriles. Poner un escudo al coronavirus cambia la forma en que hemos pensado el último año. Comió ligero y meditó en la inmortalidad del cangrejo. El tiempo transcurrió proustianamente y a las nueve de la noche, Gil fue sorprendido por un súbito dolor de huesos, de cabeza de articulaciones, escalofríos, fiebre alta. ¿Estas eran las reacciones pequeñas? Uta. Paracetamol de inmediato, todos a sus puestos, control de daños.
Gil caminaba con dificultad, sin exageración. No mal entiendan a Gilga, no quiere decir que caminaba sin exageración, sino que se sentía de la chingada. Una noche de perro callejero. Seamos científicos: dolor en el brazo, fiebre alta, artralgia, mialgia, astenia, malestar, dolor de cabeza y algo raro, un principio de confusión mental. Sí, ya Gil sabe que ése principio lo tiene siempre, pero se agudizó. Ay, mis hijoos, vacunados y con tremendos dolores.
Así transcurrían las horas bajo la tempestad.Gil se ató al mástil del paracetamol. Es verdad que una de las pesadillas de Gilga consistía en que,si le ponían la vacuna, unas horas después de plácido sueño, despertaba convertido en Ackerman, pero con la conciencia de vivir preso en el cuerpo y parte de la mente de Ackerman. ¡Nooo! Ni siquiera la Escuela de Cuadros de Morena que dirige el Fisgón podría purificar a este personaje limítrofe, el dos veces doctor Ackerman. La vida enseña que las cosas siempre pueden empeorar.
El cómic y su autor
Por cierto, ala hora de la vacuna, una diligente joven les entregaba alosa buelit os que ahí nos dimos esperanzada cita,un comic (bueno, es un decir): “¿Qué te estás tragando?”. La tirada cuenta con dibujos mal hechos y un breve guion peor realizado con “información de la Secretaría de Salud” de cómo la obesidad en México provoca enfermedades graves. Cosa que nadie sabía en México. Gil se vino a enterar leyendo el pasquín.
“Los productores de comida chatarra sólo quieren nuestro dinero y no les importa nuestra salud”. ¿No me diga?La alimentación chatarraha provocado enfermedades como la hipertensión, la diabetes y la obesidad. “Los problemas de salud derivados de la mala alimentación se hicieron evidentes con la llegada del corona virus pues éste es más letal con la gente que padece obesidad ”. Conclusióntá cita, implícita:Bimbo, Pepsi Cola, Coca Cola y Marinela, son los culpables de los cientos de miles de mexicanos muertos por covid. El gobierno nada tiene que ver con el desastre de la pandemia mexicana.
El autor de este panfleto es uno de los cuatro amigos del Amigo: El Fisgón, que se prodiga: este amigo del Amigo es el director de cuadros de Morena, participa en El Chamuco, programa de la televisión pública y trabaja en su periódico La Jornada. ¿Dónde cobra el Fis? Gran pregunta del arcano mayor. ¿quién le paga al Fis?
Todo es muy raro, caracho. Como diría Malraux: “Todo hombre se parece a su dolor”.
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