Milenio Monterrey

AMLO: visión maniquea de la historia

- AGUSTÍN GUTIÉRREZ CANET gutierrez.canet@milenio.com @AGutierrez­Canet

Es conocida la visión aislacioni­sta que tiene de México el presidente Andrés Manuel López Obrador. Declara su lema de campaña, “la mejor política exterior es la interior”, para rechazar, no sin razón, aquel otro extremo incoherent­e ,“farol de la calle oscuridad de la casa”, tan practicado por gobiernos del PRI que aspiraban a convertir a México en líder del Tercer Mundo o en ejemplo mundial de modernidad, mientras dentro soslayaban la represión y la desigualda­d.

La visión aislacioni­sta de AMLO podría explicarse por factores objetivos y subjetivos:

El carácter endógeno de la civilizaci­ón mexica sigue permeando dentro de una gran parte de nuestra mentalidad que aspira a ser autosufici­ente.

Según expertos, la etimología náhuatl de México significa, en el ombligo de la Luna.

Y así muchos mexicanos se pasan la vida “mirándose al ombligo”, creyendo que México es el centro del mundo, sin conocer otras culturas, ni visitar otros países, ni hablar otros idiomas.

El temor por lo extranjero, el síndrome de Moctezuma, proviene del mito del regreso de Quetzalcóa­tl, lo que significó el fin del imperio me xi ca por parte de hombres blancos y barba dos.

Como líder opositor, AMLO ha leído y escrito sobre historia de México. Ha sido importante fuente inspirador­a de gobierno de gran aliento. Tiende a interpreta­r a la historia con una visión maniquea que podría beneficiar a sus fines políticos, pero no a la unidad del país que debe promover como presidente de todos los mexicanos.

López Obrador es el presidente que mejor conoce a las comunidade­s indígenas. Su profundo conocimien­to no proviene solo de la teoría, sino que es empírico. Vivió y convivió con chontales como director del Instituto Nacional Indigenist­a en Tabasco y entregó buena parte de su vida a protegerlo­s.

Nunca un Jefe del Estado mexicano se había postrado ante un oficiante indígena que lo envolvió con el incienso del sahumerio, al ritmo del caracol y los teponaxtli­s, en el Zócalo, el día de su toma de posesión.

Ni ascendido al Templo Mayor para erigirse en supremo sacerdote para sacrificar, con un moderno cuchillo de acero, ala historia de hace cinco siglos.

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