Milenio Monterrey

Sócrates, el Presidente y las leyes

- JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S.

El cartujo lee Recuerdos de Sócrates (Gredos, 2015), de Jenofonte, uno de los grandes historiado­res de la Grecia clásica. Es un conjunto de relatos hilvanados por la admiración hacia el filósofo ateniense, ejemplar en su respeto a las leyes y su compromiso con la verdad.

En medio de los estragos ocasionado­s en México por el desprecio a la Constituci­ón de parte del poder Ejecutivo y su servidumbr­e en las cámaras de senadores y diputados, resulta convenient­e pensar en el alto contraste entre la actitud del padre de la filosofía política y la del mandatario mexicano y sus huestes con respecto a la legalidad.

“En una ocasión —escribe Jenofonte— en la que (Sócrates) presidía la asamblea como epístata (magistrado), no permitió que se sometiera a votación una propuesta contraria a las leyes, sino que apoyado en éstas, hizo frente a un intento de la asamblea que no creo que ningún otro hombre hubiera aguantado”. Además, cuando alguien le daba alguna orden ilegal —continúa el historiado­r—, no la obedecía. No era como los mansos políticos de nuestro país, incapaces de contradeci­r incluso con una coma los designios de su señor.

Cuando Meleto, un don nadie camuflado de poeta trágico, lo acusó en juicio público, Sócrates pudo haber convencido fácilmente a los jueces y ser absuelto, como tantos otros lo hacían y muchos esperaban de él, dada su elocuencia. Pero no lo hizo, “prefirió morir respetando las leyes antes que vivir en la ilegalidad”, dice Jenofonte.

En un diálogo con Hipias, quien pretendía burlarse de él, Sócrates, como si estuviera hablando para nosotros, le pregunta: “¿No sabes que los mejores gobernante­s de las ciudades son los que consiguen inspirar en los ciudadanos una mayor obediencia a las leyes? (…) Pues si los ciudadanos se atienen a ellas, las ciudades son más poderosas y viven más felices”.

Sin pausa, pregunta de nuevo: “¿A quién considerar­ía la ciudad entera más digno de confianza que a un hombre legal?”

En el actual tiempo mexicano, si hablara de esta manera, Sócrates sería motivo de escarnio en las conferenci­as de Palacio Nacional y un proscrito en el Congreso.

Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendicione­s. El Señor esté con ustedes. Amén.

El filósofo no era como los mansos políticos de nuestro país

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