Milenio Monterrey

Ya nomás no despertó

- EMILIANO PÉREZ CRUZ* * ESCRITOR. CRONISTA DE NEZA

Llegaron los músicos, se acomodaron bajo el pirúu y comenzaron a tocar “Caminos de Michoacán”. Y él para nada que aparecía. Pa’ sus pulgas, tan puntual como siempre fue. Sus hijas comenzaron a repartir bocadillos, vasos desechable­s con refresco y después café negro, de la olla. Clarinete, banjo, trompeta, guitarra y la chillona voz del Nateras: Caminos de Michoacán/ y pueblos que voy pasando,/ si saben en dónde está,/ por qué me la están negando,/ díganle que ando en Sahuayo/ y voy pa' Ciudad Hidalgo...

Los ojos del trombonist­a, saltones de por sí, enrojecían por el esfuerzo; el de la guitarra cumplía con su monótono tun tata, tun tata, tun tatachún, y uno de los hijos del Don salió con una garrafa de mezcal y convidó un chorrito a cada jarro de café que le arrimaban.

Conforme avanzaba la noche la casa se fue llenando de paisanos sombrerudo­s que desde el rancho llegaron al gran salitral para despedir al hombre que sin mucho sufrimient­o se fue a entregar cuentas al Creador. El cantante le puso sentimient­o: Dónde estás corazón,/ no oigo tu palpitar,/ es tan grande el dolor/ que no puedo llorar ....

En charolas, los dolientes ofrecían pan de Acámbaro a quienes llegaban directo de su chamba y luego se disculparí­an por no asistir al sepelio, programado para el día de mañana como a eso del mediodía:

—Está cañón faltar entre semana, te descuentan tres días de sueldo; uno qué más quisiera, acompañar al difunto hasta el pie de la tumba...

—No tenga pendiente, tío: ya mucho hace al estar con nosotros un rato, eso se agradece, cómo que no. Le dará mucho gusto saber que estuvo aquí.

Los vecinos acudían con bolsas de pan y una bolsa con café.Daban el pésame alas hijas del difunto. Después de un rato se despedían y prometían volver por la mañana para darle el último adiós. Yo quisiera llorar/ y no tengo más llanto,/ la quería yo tanto/ y se fue para nunca volver.

—Siquiera murió en su casa. A como están las cosas, se dificulta la entrega del cuerpo por aquello del covid.

—Dios nos libre. Viera que no sufrió. Nomás dijo que se sentía cansado, dos días no se quiso levantar y luego ya nomás no despertó. Siempre dijo que no le gustaba dar molestias y lo cumplió hasta el final. A los 99 de edad.

— Que a ti y a tu familia les consuele saber que ya está en compañía de tu mamá en la casa del Señor. Descanse en paz. Siempre fueron muy alegres los dos.

—Y a todo esto, ¿a que hora llega el difunto? Casi dan las diez de la noche y los de la funeraria no aparecen… ¿Le pongo otro cafecito con piquete?

—¡N´hombre: me vaya a encuetar y mañana hay que cambiar! Póngale, pero no le cargue la mano… Como que ya se tardó mucho su apá, oiga…

—Nos dijeron que prepararía­n el cuerpo, porque mañana irá a su tierra para descansar por toda la eternidad. Alquilamos un camión para quienes gusten acompañarn­os: salimos de aquí a las 9 de la mañana y en cuatro

noche._ horas ya estaremos en el camposanto. Luego del entierro comemos y nos regresamos, para no llegar tan

—Verá que pronto el Señor les traerá el consuelo. Resignació­n.

—Pues sí, qué le vamos hacer… Él ya cumplió en este mundo. Y nosotros, a seguirle dando, hasta que nos llegue la hora…

Uno qué más quisiera, acompañar al difunto hasta el pie de la tumba...

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