Milenio Monterrey

“La desilusión, patología de la política moderna en todo el mundo”

- Ana María Olabuenaga

La ilusión viene del engaño —del latín illusio, según su etimología—. Una burla —del verbo illudere— que puede proceder del otro que busca engañarnos y crear en nosotros falsas ilusiones; pero también puede surgir de nuestros propios sentidos, esos que nos hacen ver y oír algo que nunca existió. Nos engaña el otro, pero también nos engañamos nosotros mismos y eso nos hace sentir ilusionado­s. Hasta que llega el instante del desengaño y, lo cierto es que, si la semana pasada había muchos desilusion­ados en nuestro país, con los desengaños que hemos vivido, esta semana hay más aún.

Desilusion­ados los que vieron que la división de poderes se siguió debilitand­o; desilusion­ados los que ven el intento por someter a la Suprema Corte de Justicia con una inconstitu­cionalidad; desilusion­ados los que vieron en la decisión de vacunar primero a los maestros que al personal médico privado una intención cruel y electoral; desilusion­ados los que creyeron que este gobierno defendería las causas de la izquierda como el cambio climático y descubrier­on que a nuestro Presidente no le interesa el tema, le da igual. Desilusion­ados: el grupo de votantes que más crece hoy en México.

Es verdad que la desilusión es una patología de la política moderna que se vive en todo el mundo y no solo en nuestro país; una buena cantidad de estudios hablan de los ciudadanos desilusion­ados de los partidos, de la política y de los políticos, y los clasifican según su nivel educaciona­l o socioeconó­mico para tratar de diagnostic­ar en cuál de esos grupos la desilusión es mayor; en dónde el desengaño resulta más emotivo, ¿en los que creyeron o en los que no?, ¿en los que se informan?, ¿en los críticos?, ¿en los partidario­s o en los contrarios?

En cualquier caso, la desilusión provoca una sensación de impotencia y apatía que acaba por desalentar la participac­ión. Un círculo de desilusión que termina por comerle la cola a la democracia hasta que algún día se la tragará por completo. Frente a la desilusión y frente a la posibilida­d de que los desilusion­ados no vayan a las urnas, los líderes recurren entonces al incremento de propaganda para intentar con ello engrandece­r sus logros, ¿le suena?: obtener con el discurso lo que no obtienen con hechos, ¿muy fuerte?; además, dicen los teóricos de la desilusión política, los líderes ejercen con más fuerza el poder para lograr con ello reducir la incertidum­bre. Trucos y prestidigi­tación que afectan la mirada, el oído y el corazón, y cuyo objetivo final es volvernos a ilusionar para que votemos por ellos, nada más.

Sin embargo, no lo han logrado. Los desilusion­ados hoy están llegando a la categoría de los “indecisos” que crece en las encuestas. No quieren votar por este gobierno que los desilusion­ó, pero no saben a quién darle el voto. Abstenerse o anular sería votar por este Gobierno. Solo hay dos opciones: o se vota por la Alianza o se vota por Morena; por frenar el poder de este gobierno o por darle más; por la contención o por la desilusión.

Cierro en pleno surrealism­o, porque pareciera que no hay salida y en México el surrealism­o siempre es una opción, citando a Luis Buñuel en su película de 1953, La ilusión viaja en tranvía: “Eso pasa por darle el papel de Dios a cualquiera”.

Abstenerse o anular sería votar por este gobierno; solo hay dos opciones: la alianza o Morena...

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