Roberta Garza
“Félix Salgado y Saúl Huerta: encuentre las diferencias”
Uno citaba en su casa a mujeres vulnerables, es decir, aquellas que laboraban en la sucursal guerrerense por él regenteada de la empresa de medios a la cual presidencia le paga más dinero que a ninguna otra, o las que buscaban alguna ayuda por su cargo de senador. Una vez allí la mucama les ofrecía un refresco cargado de narcóticos y, habiendo perdido el conocimiento, alguien las pasaba a la recámara donde el bovino procedía a violarlas a su antojo. ¿Cómo se sabe? Porque éste grababa el crimen para luego chantajearlas con hacer el material público a cambio de su silencio y de su docilidad en caso de requerirlas para futuras violaciones. Las denuncias correspondientes quedaron todas en la congeladora de la fiscalía local.
El otro reclutaba menores en situación económica desventajosa y les ofrecía trabajo y apoyos si lo acompañaban de Puebla a la Ciudad de México, donde se hospedarían con él en un hotel; una vez allí los llevaba a un bar cómplice donde le pedía al mesero “lo de siempre”. Al hacer efecto el narcótico los acarreaba a las habitaciones, donde se desvestía y abusaba de ellos. Curiosamente, ese mismo legislador votó en 2019 por reformar el artículo 19 constitucional para que los violadores de menores enfrentaran prisión preventiva; en su caso fue liberado inmediatamente por contar con fuero, saliendo para votar a favor de la reforma a la Ley de Hidrocarburos según las indicaciones del presidente, y no el del partido, sino el de la República.
De inmediato el coordinador del partido anunció, lo juro, que no se sancionaría al legislador porque los hechos no sucedieron en horario de trabajo, pero afortunadamente tuvo que tragarse sus palabras cuando AMLO le enmendó la plana: “Como Presidente de la República condeno cualquier abuso sexual, en contra de la dignidad de las personas, crímenes de odio, feminicidios, de quien sea. Siempre he dicho que junto a la corrupción se dejó caminar a la impunidad y desde que tomé posesión dije que no la iba a haber, ni para mi familia; el que comete un delito tiene que ser castigado”. Acto seguido, el partido anunció primero que el legislador ya no buscaría su reelección y, al poco tiempo, que sería separado de su cargo.
Antes de que nos congratulemos, recordemos que ese mismo presidente dijo del primer violador cuando se revelaron las terribles y detalladas acusaciones de múltiples víctimas que todo era una campaña política en su contra, que eran intereses creados y que las marchas eran montajes de los conservadores. Por último, a las feministas en pie de guerra les hizo una de sus muecas torcidas y les espetó un: “Ya Chole”, refrendándole al abusador la candidatura que al final perdió, pero no por eso.
¿Dónde quedaron las condenas fulminantes y el llamado al fin de la impunidad, “de quien sea”? Pareciera como si tuviéramos dos presidentes; uno para los amigos y otro para los que no lo son tanto. Porque en eso, valedores, se convierte la justicia bajo dictadores y populistas: en un arma unipersonal y a modo donde las víctimas solo lo son cuando así lo desea el autócrata.
Al resto nos queda el “Ya Chole”, o cosas peores.