¿Extraños enemigos? No, son de casa…
¿De qué nos asombramos? Obrador y la gente de la 4T no hacen más que seguir con una muy añeja tradición mexicana. ¿Cuál? La de enfrentarse a sus conciudadanos, señoras y señores, por no hablar de combatirlos abiertamente. La “historia patria” de este país es un constante recuento de luchas fratricidas, traiciones, asonadas y divisionismos. El régimen actual glorifica a los pueblos autóctonos, pero¿cuál de ellos es el que vamos a designar para que sea solemnemente consagrado en el templo de nuestra identidad primigenia? ¿Nos declaramos descendientes directísimos de los sanguinarios aztecas, etnia de imperialistas opresores, o validamos otros orígenes escudriñando en el catálogo de las naciones cruelmente sojuzgadas por esos antepasados nuestros? O sea, ¿proclamamos que la sacrosanta mexicanidad que portamos en las venas es mexica (pues sí, oigan, de ahí mismo nos viene el gentilicio) o de plano nos reinventamos como tlaxcaltecas, totonacas o mixtecos?
Formular meramente esta pregunta nos lleva a la obligada constatación de que en aquellos tiempos México no era un reino único e indivisible sino un territorio habitado por pueblos enemistados entre sí y, sobre todo, avasallados por un gran imperio central. De ahí, justamente, del sometimiento al que fueron obligados por la triple alianza (Tenochtitlán, Texcoco y Tacuba), se deriva la colaboración de los tlaxcaltecas, entre otros, con los invasores españoles.
Lo más desalentador, sin embargo, es el hecho de que las cosas no hayan cambiado al comenzar México su vida como una nación independiente luego de la relativa estabilidad del virreinato. Los heraldos de la 4T, miren ustedes, parecen solazarse en esa realidad: evocan los interminables enfrentamientos acaecidos durante ese período y se colocan, alevosamente, en el bando de los liberales en oposición a unos conservadores cuyos más conspicuos herederos serían los “fifís” denostados a diario desde el púlpito presidencial. La normalidad democrática hubiera debido consolidarse al ganar Madero las elecciones luego de 30 años de dictadura porfirista. Pues no. Comenzó más bien una guerra civil absolutamente devastadora y el país retrocedió décadas enteras en su desarrollo. Por lo visto, no nos gusta vivir en paz. ¡Uf!
La “historia patria” de este país es un constante recuento de luchas fratricidas, traiciones, asonadas