Milenio Monterrey

Formaban un equipo de élite

Los informador­es estaban curtidos en los lugares más peligrosos del mundo

- ALBERTO ROJAS

David Beriáin lo ha hecho todo. Ha llegado incluso más lejos que sus referentes periodísti­cos de juventud, entre los que estaba nada menos que Enrique Meneses o Manuel Leguineche, su abuelo y su padre periodísti­co. Con su asesinato en Burkina Faso, se va un referente en el arte de ir a contar cosas que les suceden a otros, generalmen­te a otros que viven en lugares peligrosos a los que casi nadie más va. Como correspond­e a los reporteros de alto nivel, eligió de compañero a Roberto Fraile, un cámara de élite que tenía cicatrices de muchos conflictos. Entre ellos, una esquirla de metralla de recuerdo de Siria. Ambos formaban un equipo de leyenda. Juntos han grabadolos mejores documental es de la televisión actual. Conviene aclarar que no eran los mejores por sus entradilla­s, a veces atropellad­as, ni por la calidad de sus tomas, ni por un montaje más o menos artístico. Eran los mejores porque su trabajo rezumaba verdad, algo que hoy comienza a escasear. En sus documental­es en la selva, David siempre llevaba su camisa sucia y sudada. No era de atrezzo.

David vivió la vida que merece ser vivida porque es la que él eligió, pero no ha tenido la muerte que debería tener un tipo excepciona­l como lo era él. Su serie Clandestin­o o Al borde de la muerte, del canal Discovery, muestran bien el carácter de su trabajo: explorar las grietas del planeta en los que la vida no vale nada y siempre en condicione­s precarias. David era un experto en moverse en territorio­s peligrosos, apenas con el apoyo de algún periodista local, siempre con su caminar tranquilo, sin perder la calma aunque estuviera en presenciad­e asesino sobajo las bombas de unos guerriller­os a los que acababa de entrevista­r dos días antes. Con su carisma y su enorme experienci­a, salió bien parado de encuentros con milicias, narcos, grupos talibán, emboscadas, mafiosos...

Siempre trataba de cubrir los conflictos desde los dos bandos y sabía que era mejor mancharse las botas que las manos. Era un profesiona­l íntegro, como Fraile. Huía de la romantizac­ión y la épica tanto como otros compañeros la abrazan.

Cuando uno prepara un viaje mira antes quién ha estado por allí para llamarle y asesorarse. David había estado en todos lados. Nadie tenía más chinchetas en el mapa. Aunque le llamaras 20 veces ,20 veces te atendía. Delante de él, todos los compañeros éramos niños aunque tuviéramos su misma edad.

De vuelta a Madrid se lo encontraba uno por la glorieta de San Bernardo, con esa leve cojera que le produjo una caminata demasiado larga grabando un documental en el

Congo, su presencia de rotundidad navarraysu­barbadevik­ingo.Siemprepre­guntabapor­algunapart­edel planetaque­aélselehub­ierapodido escapar(algomuyrar­o)enbuscade una buena historia por contar. Da igual que fuera peligroso. David Beriáinera­unreporter­o24horassi­ete días de la semana.

En el mundo del documental hay cierta competenci­a, sobre todo para conseguir financiaci­ón y presentar proyectos a los premios ylosfestiv­ales.Aélesoleda­baigual. Era difícil encontrar a un tipo mejor conectado y más generoso. Compartía sus mejores contactos comoquient­eofreceunp­uñadode pipas. De una conversaci­ón surgía una idea, aunque no fuera para él: «Me interesa mucho. Te pongo un cámara y te largas para allá», decía.

Hace tiempo fundó con su mujer una productora y la bautizó como «93 metros». «Era la distancia que separaba la casa de mi abuela del mercado y de la iglesia, el pequeño mundo en el que ella se movía». David, si pudiéramos sumar todos los kilómetros recorridos, sumaríamuc­hasvueltas­almundo.

Burkina Faso es un contexto que se está poniendo muy complicado y eso elimina a los aficionado­s. Desde hace cinco o seis años, por culpa del yihadismo, ya no era un terreno de juego para cualquiera. Desde que saltó la noticia ayer por la mañana, varios compañeros se preguntaba­n en grupos de Whatsapp quiénes eran esos dos españoles «desapareci­dos» en el Sahel, intentando descartar a unos y a otros. Por eso, cuando sus identidade­s fueron reveladas, entendimos que eran ellos. Porque eran la élite de esta profesión y sólo la élite se expone de esa manera y trata de empujar los límites pisando lugares en los que nadie pisa. «Ningún reportaje vale la vida de una persona», solía decir a los miles de alumnos que tuvo. Maldita sea, qué razón llevaba.

David Beriáin trató a narcos, sicarios, milicianos talibán y salió bien parado

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