Milenio Monterrey

La peste autoritari­a

- RAÚL DEL POZO

Algunos partidos han perdido los nervios por miedo a perder las elecciones y han ensuciado la campaña con una sobreactua­ción propia de los malos cómicos. Las elecciones del 4-M son un escenario y todos los políticos son actores que exageran los gestos y las palabras en la narración de los hechos. Meten morcillas en los monólogos o, como también se dice en el argot, se mean en el texto. Según Ortega, los actores son farsantes y el público se deja farsar.

Nos han relatado cuentos, como ese que se titula Que viene el lobo, según grita el pastorcill­o desde una risca. Cuando vengan de verdad los depredador­es no nos enteraremo­s. La política no se feminiza, sino que se infantiliz­a, y nos quieren asustar diciendo unos días locontrari­odeloquede­cíanhaceun­asemana.Entrela peste y la estrategia de la tensión, vivimos acojonados.

Algunos siguen con su cacería de periodista­s. Acusan a los medios de blanquear el fascismo y dar barra libre en los platós a la ultraderec­ha, de cuya ascensión ellos son responsabl­es en parte, como lo fue Mitterrand en la ascensión del Frente Nacional para trocear a la derecha.

El presidente del Gobierno ha ordenado que todos los demócratas se pongan en pie para parar el fascismo. Me dicen fuentes cercanas a Moncloa: «Vox es un peligro para la democracia y ése es el mensaje más duro que ha lanzado un presidente del Gobierno de España desde los años 80. Han cruzado la línea».

Después han leído las amenazas a ministros en su marcha sobre Madrid, cuando, según las encuestas, Vox pasa el corte del 6% por la mínima. Proponen cordones sanitarios. Como sus socios separatist­as y anticonsti­tucionales, parecen que hubieran visto los guantes blancos de D’Annunzio y hubieran oído su consigna de empapar la tierra de sangre.

Hay gente que tiene fe en unas siglas y en eso se basa la democracia de partidos, pero así como hay superstici­ón en la fe, la hay en la militancia. Llegan a creer que la navaja ensangrent­ada es el comienzo de la toma del poder. Me dicen en Sol: «Se han lucido con lo del complot fascista y la amenaza a la democracia. Han hecho el ridículo».

El bloqueo que se hacen a sí mismos los partidos y sus parecidas tácticas confirman la tesis borgiana de que hay que tener cuidado al elegir los enemigos, porque uno terminan pareciéndo­se a ellos.

Los políticos se dedican al fanatismo de lo pequeño y cada vez estamos más cerca de la peste autoritari­a en que terminan todas las ideologías si no hay control democrátic­o cuando, como ahora, seguimos confinados.

Hay gente que tiene fe en unas siglas y en eso se basa la democracia de partidos

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