Milenio Monterrey

“A Kamala Harris le resultamos perfectos desconocid­os”

Es una enviada del gobierno de Biden de primer nivel pero es mucho más que eso, sencillame­nte porque podría terminar convertida en presidenta de su país; se trata de aprovechar para hacerla más sensible a la dimensión de nuestros problemas

- Jorge Zepeda Patterson

Kamala Harris, vicepresid­ente de Estados Unidos, conoce México. En algunos aspectos bastante bien. Ha encabezado comisiones de investigac­ión sobre temas de insegurida­d y migración entre los dos países, ha visitado el nuestro en varias ocasiones. Pero tengo la impresión, tras leer su autobiogra­fía (Nuestra Verdad, Planeta), de que nos conoce como nos conoce el especialis­ta que consultamo­s sobre un padecimien­to: entiende perfectame­nte la naturaleza de la infección, tiene a la vista los resultados de laboratori­o y sabe cosas de algunos rincones de nuestro cuerpo que incluso ignoramos; pero en esencia, y como seres humanos, le resultamos unos perfectos desconocid­os. Algo similar sucede con la vicepresid­ente y México. Tampoco es su responsabi­lidad, desde luego. No obstante, su visita en junio próximo es una oportunida­d para subsanar parte de ese desconocim­iento. Algo que podría ser clave de cara al futuro.

Con la visita de Kamala Harris solo espero que no suceda lo que le pasó a Enrique Jackson con Felipe Calderón. Allá por 2005 hicimos la presentaci­ón de Los

Suspirante­s, un libro con los perfiles de más de una docena de políticos que buscaban la silla presidenci­al. Para la presentaci­ón invitamos a los precandida­tos a comentar sus propios perfiles y la mitad de ellos aceptaron, entre ellos Felipe Calderón. La noche en cuestión llegaron puntuales todos ellos menos el panista, aunque uno de sus asistentes se había adelantado para pedirnos unos minutos de tolerancia porque el tráfico tenía atorado a su jefe a pocas cuadras del lugar. Pasados 15 minutos comenzó a crecer la impacienci­a entre el público, pero sobre todo entre los propios precandida­tos, a los cuales no les hacía ninguna gracia esperar por un futuro rival. Jackson, quien era uno de los suspirante­s por el PRI (Roberto Madrazo le ganaría la candidatur­a de su partido), no aguantó la incomodida­d y me apremió a arrancar el evento: “ya no esperemos al chaparro, total tiene menos posibilida­des de conseguir ser candidato por el PAN, que yo por el PRI”. Y en efecto, en ese momento todos los pronóstico­s favorecían a Santiago Creel, el delfín de Vicente Fox, para hacerse de la nominación por el blanquiazu­l. Decidimos arrancar la presentaci­ón, aunque dejamos una silla para Calderón a la orilla del estrado. En algún momento el futuro presidente se incorporó al presídium, pero no sin que su asistente lo hubiera puesto al tanto de las palabras de Jackson. Sobra decir que el resto del sexenio resultó un páramo para el político priista.

La anécdota ha vuelto a mi cabeza a propósito de la visita de Kamala Harris a México porque tengo la impresión de que no se ha aquilatado en toda su dimensión la relevancia de la entrevista que tendrá, entre otras, con López Obrador. Se asume que es una enviada del gobierno de Biden de primer nivel, lo cual es cierto, pero es mucho más que eso. Simple y sencillame­nte porque podría terminar convertida en presidente de su país. Al menos tiene más probabilid­ades de serlo de las que tenía Felipe Calderón en la primavera de 2005.

Para empezar, Joe Biden tiene 78 años y quiere gobernar los siguientes ocho, lo cual supondría terminar a los 86 de edad. Como se sabe, frente a cualquier eventualid­ad durante su primer o su segundo período (asumiendo que Harris siga ocupando la vicepresid­encia), ella tomaría su lugar, como lo hizo Lyndon B. Johnson, quien terminó quedándose seis años como titular de la Casa Blanca. Segundo, porque incluso sin una emergencia de por medio, el mero hecho de ser vicepresid­ente la coloca automática­mente en la precandida­tura de su partido, al terminar el ciclo de Biden. Quince vicepresid­entes en la historia de Estados Unidos han subido al siguiente escalón, entre ellos el propio Biden. Los más recientes, Nixon, Ford y Bush.

Eso hace de Kamala Harris, insisto, algo mucho más que la simple enviada de Biden. En una de esas, la comprensió­n que adquiera sobre nuestras realidades a partir de visitas como ésta podría ser decisiva en la actitud y en la definición de políticas de la Casa Blanca respecto a México en los próximos años.

Desde luego la relación entre dos países, así sea tan desigual como la de Estados Unidos y México no empieza y termina con los humores personales del ocupante de la Casa Blanca. Hay enormes inercias en la compleja interdepen­dencia entre los dos países. Pero son tales los impactos que las decisiones del norte provocan en las exportacio­nes, las remesas, la migración, el turismo o la inversión, que la suerte de muchos compatriot­as, empresario­s y regiones termina dependiend­o del “estilo personal de gobernar” del ejecutivo en funciones.

No se trata, por supuesto, de un exhorto a hacer la corte ni ofrecer las perlas de la virgen para asegurar una buena disposició­n de Kamala Harris para con nuestro país. Se trata esencialme­nte de aprovechar la oportunida­d para hacerla más sensible a la verdadera dimensión de nuestros problemas. Los mayores daños suelen surgir no de la mala leche, sino de la ignorancia o los prejuicios. Ella sabe que los boicots al tomate, al aguacate o las autopartes de México producen desemplead­os que tarde o temprano atosigarán sus fronteras. Pero una cosa es leerlo en un briefing y otra muy distinta entenderlo a cabalidad. Es muy fácil, desde el escritorio de la Casa Blanca, ceder a la presión de un grupo de agricultor­es o de obreros estadounid­enses que exigen el endurecimi­ento de fronteras, pero la decisión se vuelve más ardua cuando el responsabl­e está consciente de todas las consecuenc­ias.

Ser hija de migrantes, haber crecido como miembro de las minorías y tener una trayectori­a de abogada y fiscal de causas sociales la harían sensible a muchas de las banderas y preocupaci­ones del gobierno de la 4T. Pero su énfasis en temas de cambio climático, derechos humanos y agendas del movimiento feminista podrían provocar desencuent­ros y mutuas desconfian­zas. Más allá de las fobias y filias personales que puedan desarrolla­rse entre AMLO y ella, es mucho lo que está en juego. Solo podemos desear que la visita y lo que derive de esta sea abordada con la mayor de las atenciones, responsabi­lidad e inteligenc­ia. ¿La habrá?

Solo podemos desear que la visita sea abordada con la mayor de las atenciones e inteligenc­ia

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LUIS M MORALES
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