Milenio Monterrey

El debate sobre el debate

- EFRÉN VÁZQUEZ ESQUIVEL

En las redes sociales sigue el debate sobre el debate entre los siete aspirantes a la gubernatur­a de Nuevo León organizado por Multimedio­s. La crítica dirigida a todos los contendien­tes es en el sentido de que no tienen respuestas viables y efectivas a los grandes problemas de Nuevo León: la contaminac­ión, la movilidad, la escasez de agua y la insegurida­d.

Samuel buscó llamar la atención con su deslinde con la Federación y su parodia que ha hecho de la Doctrina Monroe, a saber: América para los americanos.

Ello al insistir, a grito de tambor: Nuevo León para los nuevoleone­ses, todo lo que genera Nuevo León que se quede en Nuevo León, ya basta que de cada peso que generamos nos regresen diez centavos.

Adrián nadó de muertito y olvidando el viejo proverbio que reza: “El elogio en boca propia es vituperio”, se esforzó en exaltar sus méritos como ex procurador y alcalde de Monterrey. Sin embargo, cuando el moderador le preguntó que respondier­a con precisión si cuando él fue procurador general de Justicia del estado estuvo enterado o no de los delitos que se le atribuyen a Medina evadió la pregunta.

Clara Luz, al parecer, encontró mejores asesores o se puso las pilas; de la entrevista que le hizo Julio Astillero, en la que se vio titubeante y errática, hoy se vio segura de sí misma y analítica; supo administra­r bien su tiempo, no respondió a los ataques de Samuel de inmediato, sino hasta que encontró el mejor momento para decirle, cuando éste ya había consumido el minuto para responderl­e, que él es la nueva versión de El Bronco, que con la Federación no hay que confrontar sino negociar, y que su propuestas son ocurrencia­s.

Larrazabal, sabiéndose detrás de Samuel, Adrián y Clara Luz, decidió ir al debate no a debatir, sino a batirse con los punteros y a dramatizar con la tragedia de

victimizar­se_, su hermano y a para ganar simpatías. Por último hay que decir que es bueno que no se excluya a los candidatos de la chiquillad­a, en donde también se estila brincar de un partido a otro, aunque no tengan nada que aportar.

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