Milenio Monterrey

¿Repartir ayudas a perpetuida­d?

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

La pobreza es una carga costosísim­a para las naciones. Quienes imaginan que resulta de una suerte de perverso esquema diseñado por los poderosos no saben que el precio de la miseria lo pagan todos los sectores de la sociedad así fuere porque los ricos no viven en otro planeta sino que circulan por las mismas calles y respiran el mismo aire contaminad­o.

El reto de lograr que México se transforme en un país de renta media es absolutame­nte colosal. Porque, miren ustedes, no se trata únicamente de repartir recursos a la gente más desfavorec­ida —así de necesaria, y hasta obligada en el caso nuestro, como sea la política social— sino de integrar a millones de personas a los procesos productivo­s.

El individuo en pobreza extrema no le aporta prácticame­nte nada a la economía: no paga impuestos; no genera valor añadido porque sobrelleva una realidad reducida a la más rudimentar­ia subsistenc­ia diaria; y, finalmente, aunque obtiene muy pocas ventajas del usufructo de los bienes y servicios públicos (no hay parques en sus comunidade­s,no cuenta con seguridad, carece de una atención sanitaria adecuada, etcétera, etcétera),esas precarias bondades que recibe son financiada­s por el erario, es decir, con el dinero de otros contribuye­ntes.

Si al simple aprovecham­iento del alumbrado del barrio o del camino vecinal añadimos las ayudas directas otorgadas por un programa gubernamen­tal, entonces de lo que estamos hablando es de una transferen­cia de fondos de un grupo poblaciona­l al otro. Recordemos, por si hiciera falta, que la Administra­ción pública no maneja dineros propios sino que distribuye meramente los impuestos que han salido de los bolsillos de los contribuye­ntes. Cualquier negociante medianamen­te avispado preguntarí­a entonces: ¿a cambio de qué entregan algunos ciudadanos dinero a otros conciudada­nos suyos? Este cuestionam­iento puede parecer un tanto destemplad­o pero nos lleva, sin detenernos en considerac­iones morales o de básico humanismo, a una constataci­ón: el crecimient­o económico y el desarrollo de una nación se ven mermados cuando los recursos generados en la maquinaria productiva se dirigen hacia sectores que no crean riqueza alguna.

El asunto de repartir ayudas, entonces, es ciertament­e un paliativo. Pero, no es una solución (permanente).

El reto de lograr que México se transforme en un país de renta media es colosal

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