¿Repartir ayudas a perpetuidad?
La pobreza es una carga costosísima para las naciones. Quienes imaginan que resulta de una suerte de perverso esquema diseñado por los poderosos no saben que el precio de la miseria lo pagan todos los sectores de la sociedad así fuere porque los ricos no viven en otro planeta sino que circulan por las mismas calles y respiran el mismo aire contaminado.
El reto de lograr que México se transforme en un país de renta media es absolutamente colosal. Porque, miren ustedes, no se trata únicamente de repartir recursos a la gente más desfavorecida —así de necesaria, y hasta obligada en el caso nuestro, como sea la política social— sino de integrar a millones de personas a los procesos productivos.
El individuo en pobreza extrema no le aporta prácticamente nada a la economía: no paga impuestos; no genera valor añadido porque sobrelleva una realidad reducida a la más rudimentaria subsistencia diaria; y, finalmente, aunque obtiene muy pocas ventajas del usufructo de los bienes y servicios públicos (no hay parques en sus comunidades,no cuenta con seguridad, carece de una atención sanitaria adecuada, etcétera, etcétera),esas precarias bondades que recibe son financiadas por el erario, es decir, con el dinero de otros contribuyentes.
Si al simple aprovechamiento del alumbrado del barrio o del camino vecinal añadimos las ayudas directas otorgadas por un programa gubernamental, entonces de lo que estamos hablando es de una transferencia de fondos de un grupo poblacional al otro. Recordemos, por si hiciera falta, que la Administración pública no maneja dineros propios sino que distribuye meramente los impuestos que han salido de los bolsillos de los contribuyentes. Cualquier negociante medianamente avispado preguntaría entonces: ¿a cambio de qué entregan algunos ciudadanos dinero a otros conciudadanos suyos? Este cuestionamiento puede parecer un tanto destemplado pero nos lleva, sin detenernos en consideraciones morales o de básico humanismo, a una constatación: el crecimiento económico y el desarrollo de una nación se ven mermados cuando los recursos generados en la maquinaria productiva se dirigen hacia sectores que no crean riqueza alguna.
El asunto de repartir ayudas, entonces, es ciertamente un paliativo. Pero, no es una solución (permanente).
El reto de lograr que México se transforme en un país de renta media es colosal