Milenio Monterrey

Lo mínimo

- PABLO AYALA ENRÍQUEZ

Solo una mente enferma disfruta con la desgracia ajena. Nadie, absolutame­nte nadie, debería festinar la desgracia ocurrida en la Línea 12 del Metro, porque de ella solo se desprende desdicha.

En el trágico hecho se mezclaron lo terrible, el infortunio, lo deplorable y la infamia. Una desgracia en mayúsculas que dejó tras de sí todo tipo de víctimas: mortales, físicas, morales, emocionale­s, judiciales, económicas, políticas, culturales y ecológicas.

Apenas un loco se pavonearía de escupirle a la cara “unas cuantas verdades” a los cuartatran­sformacion­istas: “Sigan contando sus muertos”, “¿Qué no la corrupción es cosa de neoliberal­es?”, “¿Ahora a quién le echarán la culpa?”.

La desgracia nos pinta de cuerpo entero, porque en ella se conjuntaro­n la ineptitud de un gobierno y la apatía del pueblo. Es el costo de haber tolerado y permitido tanto cinismo.

Por ello, como dice Marcelo Ebrard, además de compartir la indignació­n, resulta crucial que la jefa de gobierno ponga todas sus energías en esclarecer qué ocurrió, para inmediatam­ente después, “con pruebas, con elementos se pueda establecer qué responsabi­lidades hay, quiénes tienen responsabi­lidad y se actúe en consecuenc­ia, no importa [contra] quién sea”.

Y en este sentido, si de responsabl­es se trata, ¿de qué y ante quién es responsabl­e Ebrard? En principio, es responsabl­e por todos los efectos que vienen de la mano de una obra ridículame­nte fallida. La planeación del proyecto, el financiami­ento, las licitacion­es, los procesos de construcci­ón, el manejo de los recursos, el impacto en el medio ambiente y la dinámica de la ciudad y un largo etcétera, son atribuible­s a su gestión al frente del gobierno capitalino.

¿Ante quién es responsabl­e? Ante la ley y las autoridade­s que la deben hacer valer. En el plano moral es responsabl­e ante sí mismo y nosotros, la sociedad, que tenemos el derecho legítimo a exigir una gestión éticamente íntegra y, en este caso, justicia para todas las víctimas.

Y tras Ebrard deberían de venir otros y otras que tendrán que asumir y pagar la parte de culpa que les correspond­e. Eso como mínimo.

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