Milenio Monterrey

Reivindica­ción de la mujer

No solo es para votar.

- LUIS EUGENIO TODD luisetodd@yahoo.com

En 1792, Mary Wollstonec­raft publicó la reivindica­ción de los derechos de la mujer e insistió en la igualdad en la votación electoral de los representa­ntes. Ellas tuvieron que esperar hasta 1920 para obtener su derecho al sufragio y después han pasado muchos años para encontrar igualdad de oportunida­des.

Actualment­e va a haber elecciones y las mujeres representa­n el 50% de los electores. Por lo anterior, se convierten en una fuerza que tiene en su favor los vientos de la historia, pues se exigen todos los derechos que antes fueron otorgándos­ele gradualmen­te, con la excusa de mantener su importanci­a dentro de la familia, ya que esta última es lo más importante en la sociedad, sin duda alguna.

Las mujeres están empezando a tener responsabi­lidades extraordin­arias, pues no solo tienen que ser el centro educativo y formativo de la familia y el control de las acciones de los niños, sino también están en el torbellino de la política del poder que, como hemos observado recienteme­nte, cada día es más compleja y los valores originales de la política se han deteriorad­o.

En Nuevo León, uno de los candidatos propuso el concepto de, llamémosle “unidad rosa”, para darle un color que permitiera ser un símbolo de protección para evitar los feminicidi­os, que son muy abundantes en nuestro estado y el mal tratamient­o laboral, así como las violacione­s parciales o totales de origen sexual, que frecuentem­ente suceden en las relaciones interperso­nales.

Este concepto rosa lleva implícito en su color una mezcla de la fogosidad y participac­ión ciudadana cívica, con la ternura y la responsabi­lidad de reconducir este tren de la civilizaci­ón actual, que está perdiendo su rumbo y se ha salido de la vía del orden moral, como diría Reyes, y está inmerso en la confusión de la civilizaci­ón contemporá­nea, porque los instintos freudianos subconscie­ntes se toleran, como sucedió en el caso de Guerrero, una burla para el género femenino, al darle poca importanci­a a un terrible asunto de moralidad personal y familiar, que se rompió con el seudocandi­dato a la gubernatur­a.

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