Milenio Monterrey

A 35 años del cierre Fundidora: trabajador­es aún sufren en la sombra del olvido oficial

El 8 de mayo de 1986 será siempre un día difícil de olvidar: Fundidora de Monterrey se declaraba en quiebra, dejando a miles de familias en la calle. El arquitecto Benavides rescata testimonio­s de la fecha

- HÉCTOR BENAVIDES

La estructura ahora es un museo; don Reyes Mier dio mantenimie­nto a los hornos y murió por afecciones pulmonares ligadas con su trabajo.

Dmurió on Reyes Mier Silva

a los 51 años de edad. Fue víctima del deterioro de sus pulmones, causado por el trabajo de mantenimie­nto y limpieza, de otras tantas que realizó en los hornos de la Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey durante 30 años.

Al señor Reyes Mier lo bajaban y subían colgado de cuerdas en el interior de un tambo abierto, llevando su cuerpo protegido con costales húmedos, en periodos no mayores de diez minutos, bajo el riesgo de perder no solo el conocimien­to, sino la vida.

Sus compañeros habrían de enfrentar años después el accidente del 20 de noviembre de 1971, en el que por una falla electromec­ánica se volteó una olla con hierro fundido a más de mil 500 grados, bañando a 17 trabajador­es que murieron instantáne­amente desintegra­dos.

Un antiguo trabajador de la Fundidora, el señor Esteban Ovalle Carreón, nos compartió hace tiempo cómo se enteró de la quiebra de Fundidora.

“Todo empezó el jueves 8 de mayo de 1986. El día transcurrí­a normal, tranquilo, apacible; aparenteme­nte iba a ser un día igual que muchos otros, pero no fue así, al menos para nosotros, los trabajador­es de La Maestranza. Estaba en casa con mi esposa y mis hijos, ¿De qué trata el libro?

En el texto publicado originalme­nte en 2005 se relata el cierre de la empresa icónica de Monterrey.

cuandodepr­ontoescuch­éunaimpact­ante y terrible noticia, que al instante me puso a temblar e imaginas mil cosas negativas. A través de la radio y la televisión se estaba informando que Fundidora había quebrado; el rumor corrió como reguero de pólvora por todos los ámbitos del área metropolit­ana. Angustiado, cerré los ojos. Negros nubarrones ensombrece­rían nuestro futuro (recién el 5 de mayo La Maestranza había cumplido 86 años)”, relató.

El también autor del libro El asesinato de Fundidora hizo un reclamo.

“…Elpasadoes­elpasado,¿quién lo puede cambiar?, pero las personas que en 1986 eran niños y los quenaciero­ndespuésde­benconocer otra versión de la infamia que nos hicieron […] para que nuestros hijos y nietos conozcan sus raíces. El tiempo se va. La reivindica­ción espera. Urge”, aseguró.

Señor Ovalle, ¿qué sucedió con sus familias?

Después del infame cierre de Fundidora, muchos quedamos como nómadas y con la vieja treta de “las listas negras”. Parecían decirnos: “… o te vuelves flexible y te adaptas a nuestro sistema, o te mueres”. Nadie consiguió trabajo durante los primeros tres años.

Se habló de unos bonos de producción, ¿se los pagaron? ¡Pues sí que los trabajador­es y empleados de Fundidora tuvimos mala suerte! Nos corrieron sin pagarnos un bono de retiro por productivi­dad. ¿Cree usted que funcionari­os de gobierno produjeron más en tres, seis años, que los mineros de Fundidora en 20, 30 o 40 años? Entre 12 y 15 mil familias quedamos desamparad­as.

Años después, mi amigo y quizá uno de los empleados más antiguos de Fundidora, don Manuel González Caballero, me mostró el libro del señor Ovalle y me leyó lo siguiente:

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ROBERTO ALANÍS Y ESPECIAL
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