Rushdie, el símbolo iraní
Al-Ma’arri escribió la historia de Sheikh, un hombre muerto sin tiempo para entrar al paraíso. En su impaciencia, éste le pidió ayuda a Fatimah, hija del profeta Mahoma. “Los mortales provenimos de dos grandes escuelas: bribones ilustrados o tontos religiosos.” El libro del siglo XI, La epístola del perdón, se burlaba del texto sagrado. Nadie fue por la cabeza de uno de los mayores poetas árabes clásicos. El fundamentalismo llegó poco después y en el maniqueísmo criminal borró hasta sus raíces.
Habrá que ser muy insulso para depositar sólo en el odio la razón atrás del ataque a Salman Rushdie. A veces, el odio es consecuencia de una instrumentación política y no origen. Tampoco satisface más que al reduccionismo la idea de un loco que no distingue realidad de ficción.
Pasaron más de treinta años desde la fatwa, pero fatwas hay muchas. En 1951, un clérigo egipcio emitió la propia a favor del consumo de bebidas de cola y nadie la recuerda. Su diferencia es la utilidad que tienen para un proyecto político. ¿En verdad alguien cree que Jomeini leyó Los versos…? Desde un inicio, la fatwa que pedía el asesinato de Rushdie se transformó en el símbolo de un proyecto identitario que necesita alimentar su naturaleza fanática, constantemente. La revolución del 79 depende de ella. Cuando una serie de países musulmanes prohibieron la novela, cayeron en la trampa del ayatola.
Lo que dice el atentado del régimen de Teherán, con sus silencios, negaciones y el aplauso de sus tangentes, habla también de aspectos del fundamentalismo islámico. Tiene la peligrosa paciencia que le faltaba al Sheikh de al-Ma’arri. Funciona como un germen en espera de su momento.
Ya sea que Hadi Matar tuviese o no comunicación con miembros de las Guardias Revolucionarias, cargaba una identificación falsa con el nombre de Mughniyah; viejo comandante del Hezbollah. Los símbolos. El mismo día fue arrestado otro hombre que buscaba asesinar, también en Nueva York, a Masih Alinejad, activista iraní contra la obligatoriedad del hijab.
Quizá, si la utilidad de las tragedias está en su aprendizaje, el resto del mundo podríamos pensar qué tantas de nuestras violencias tienen en la manifestación de la identidad su causa.
Habrá que ser muy insulso para depositar solo en el odio la razón atrás del ataque a Salman