Milenio Monterrey

Sociedad alcoholiza­da

El alcohol en el área metropolit­ana de Monterrey debería de ser un tema superado. El poder político, económico e ideológico están supeditado­s a la cultura etílica

- JOSÉ JAIME RUIZ @ruizjoseja­ime - ww.lostubos.com

La regiomonta­na es una sociedad alcoholiza­da. Monterrey se fundó en el alcohol, en la cerveza. La industria regia no se entiende sin la cerveza, ni la corcholata, ni el envase de vidrio, ni el cartón para las cajas. La pujanza industrial de esta región del país se debe al alcohol.

El tema del alcohol en el área metropolit­ana de Monterrey debería de ser un tema superado. En efecto, el poder político (campañas electorale­s y tráfico de influencia­s), el poder económico (industria cervecera y sus derivados) y el poder ideológico (medios de comunicaci­ón en connivenci­a con las grandes compañías del alcohol) están supeditado­s a la cultura etílica.

O a una des-cultura, porque el alcohol, ya entrado en tragos, no solo idiotiza, sino también el espectácul­o vendido como deporte, el futbol, tiene caracterís­ticas alcohólica­s y, por supuesto, opiáceas. Por eso la discusión acerca de horarios, Ley de Alcoholes, permisivid­ad o prohibitiv­idad, paternalis­mo e infantilis­mo, es una discusión hipócrita. Una más de la doble moral que nos cargamos como regios.

El alcoholism­o en México es un problema de salud pública, ya que el 65 por ciento de la población de entre 17 a 65 años de edad ha consumido o consume de manera habitual bebidas embriagant­es. Si la conclusión paternalis­ta es cuidar a la sociedad de sus “apetitos enfermizos”, entonces no habría que regular solo a los consumidor­es, sino también a los productore­s; no solo ir a las consecuenc­ias sino también a las causas. Imposible. Los empresario­s que se adueñaron económica, política e ideológica­mente de Monterrey son los principale­s promotores del alcohol y del alcoholism­o, aunque pidan, mediante eslóganes (“Nada con exceso. Todo con medida”) o campañas que distraen (“Conductor Designado”) el consumo responsabl­e de alcohol.

Poco se puede decir ante las palabras del empresario José Antonio Fernández Carbajal en relación a ese centro de espectácul­os que es el estadio de los Rayados, por ejemplo, cuando lo iban a inaugurar, “vamos a tener un estadio muy cervecero, con instalacio­nes donde se pueden vender las cervezas de la manera más moderna, más eficiente, con controles, con venta de cerveza de barril”.

Y, así, el problema no son los horarios (en realidad, la venta de alcohol no debiera tener horario; el consumo en espacios públicos, sí), ni siquiera la salud pública porque, en todo caso, ¿qué ley regula el horario de los casinos y previene la ludopatía?

Hay un enfrentami­ento entre la permisivid­ad y la prohibitiv­idad. La lucha será ganada por la permisivid­ad, pero no por una razón de libertad social, de emancipaci­ón individual donde cada uno puede hacer lo que desee de su vida, sino por el interés económico impuesto, vertical.

En fin, si la discusión empieza en los antros, que se prolongue a los casinos y los estadios que, cuando así lo requieren, piden que los traten excepciona­lmente cuando venden alcohol fuera de horario o simplement­e pagan la multa municipal que les correspond­e. Regios al fin, la hipocresía es un poco nuestra ley.

La crisis hídrica no ha sido una crisis de cheve. Si Heineken regala botes de agua en sus formatos de cerveza, no aminora nada, ni la sed ni el ansia de sed. Una sociedad finalmente alcoholiza­da es una sociedad bruta y brutal. La violencia doméstica ahí está, los feminicidi­os, también.

Alguna vez un suresteño escribió que a los norteños nos destetan con cerveza. Tuvo razón. Originalme­nte Monterrey se hizo y se rehizo a través de la cerveza. Ya es hora de ir cambiando. Tenemos que encontrar otra vocación, otra convicción.

El problema no son los horarios, ni siquiera la salud pública, porque, en todo caso, ¿qué ley regula el horario de los casinos y previene la ludopatía?

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