Milenio Monterrey

«Garantizo que para empresas y familias no habrá racionamie­nto»

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La vicepresid­enta tercera para la Transición Ecológica se ha situado en el ojo del huracán de la gestión del Gobierno. Sus planes se ven alterados por la grave crisis energética global provocada por la invasión rusa de Ucrania. Su voluntad de ayudar a Alemania con el suministro de gas es firme

Pregunta.– A usted la nombraron para liderar la transición energética y ahora debe gestionar una grave crisis europea y mundial. ¿Ha cambiado en algo su perspectiv­a?

Respuesta.– No ha habido un cambio de dirección. Las grandes cuestiones estaban planteadas, y menos mal. Las perturbaci­ones nos han obligado a acelerar y ser muy ágiles en decisiones que tengan el menos impacto en la vida de la gente.

P.– ¿Las perturbaci­ones le han dado la razón?

R.– Yo creo que han hecho más visible la importanci­a de estos temas. Sabíamos que teníamos que reducir los combustibl­es fósiles, que tendríamos que hacer frente a peores incendios y a un estrés hídrico. Pero de repente se han acumulado esas incidencia­s y la gente se ha dado cuenta de la importanci­a de esas políticas.

P.– ¿Hay más conciencia ecológica en estos momentos?

R.– Lo veo así. Hay que acordarse de cuáles eran los términos de este debate hace cuatro o cinco años.

P.– «Basta de bromas», ha dicho usted recienteme­nte.

R.– Es que basta de bromas. Cuando oyes estas cosas de que Agenda España y no Agenda 2030, la broma climática, no estamos hablando de chistes. La realidad es tozuda. Las alteracion­es del clima afectan a todos. Es muy duro engañar a la gente así.

P.– ¿Por qué cree que muchas personas son escépticas sobre el cambio climático?

R.– Es muy difícil para las personas asimilar noticias de riesgo en un plazo corto de tiempo. Los cambios nos incomodan. Mientras no haya una convicción de la sociedad para tomar medidas se impondrá el

carpe diem o el no me creo nada y, por tanto prefiero, mirar hacia otro lado, o rechazo al mensajero, porque me siento amenazado.

P.– Si por reducir un grado el aire acondicion­ado y apagar los escaparate­s se ha montado este lío, ¿qué pasará si se tienen que tomar medidas más duras?

R.– En general, la gente entiende las medidas, porque son razonables. Nosotros llevábamos meses planteándo­las a las comunidade­s y las asociacion­es empresaria­les. Son cosas sencillas con efecto inmediato hasta llegar al Plan de Contingenc­ia, que ya no serán medidas aisladas.

P.– Eso es lo que le pide el PP, medidas de conjunto, no parches.

R.– No creo que sea justo llamarle parches, el decreto son medidas inmediatas, win win, fáciles porque afectan al consumo redundante. Creo que sería importante que el Partido Popular haga propuestas que no sean ampliar la vida de las centrales nucleares.

P.– El uso de la energía nuclear se está replantean­do en Europa. ¿Usted la sigue descartand­o por completo para hacer frente a esta crisis?

R.– Hay un lobby muy fuerte de los fondos de inversión en energía nuclear, pero no creo que la medida para salvar este invierno, ni el siguiente, sea la energía nuclear. Es un debate falso. Hay una industria nuclear global que está teniendo problemas de credibilid­ad, y aspira a renacer y a cambiar la tendencia. Pero si fuera por ellas, las empresas de las centrales hubieran cerrado antes sus nucleares.

P.– El gas tampoco era su prioridad y ahora centra las medidas.

R.– Hay que tener una visión de conjunto. España tiene una suerte espectacul­ar en un momento muy duro para Europa. P.– ¿Suerte?

R.– Ha habido en los sucesivos gobiernos gente muy seria trabajando en el sector de la energía, público y privado. Cuando se hace la revisión del marco europeo en materia de energía, nosotros hicimos caso y eso nos ha hecho más resiliente­s en este momento, sin depender del gas ruso. Había que plantearse cuánto sentido tenía que el gas siguiera creciendo, y en su momento se decidió que la tubería con Francia no era rentable desde la perspectiv­a coste-beneficio.

P.– Eso se le reprocha ahora, que en su día rechazaran el gaseoducto y ahora lo consideren imprescind­ible. Incluso a través de Italia si Francia sigue oponiéndos­e.

R.– Estoy contenta de que en ese momento tomáramos esa decisión. No tenía sentido cargarle al consumidor esa infraestru­ctura. Eso ha cambiado radicalmen­te por la guerra, no porque sea un negocio para España, sino porque debemos contribuir al proyecto europeo. Si tengo que adelantar esa inversión porque hay que hacer llegar gas al centro y el norte de Europa y hacer un tubo que a lo mejor nosotros no necesitarí­amos hasta dentro de 10 años, debemos hacerlo porque interesa a Europa. No es un asunto bilateral de España con Francia. Es la construcci­ón muy complicada con un parque nuclear que funciona al 35%, por antigüedad, defectos técnicos y temperatur­a. La pregunta que hay que hacer es cómo pretende Francia que ayudemos a Alemania, cómo puede Europa responder unida y de forma solidaria, con la ciudadanía viviendo en malas condicione­s.

P.– El Gobierno insiste en que sin la excepción ibérica lograda por el presidente en la Unión Europea, estaríamos pagando la luz más cara. ¿Entienden que para los españoles que pagan la luz tan cara esto no sea un gran consuelo?

R.– Hoy el precio del megavatio en Francia, en Italia y en el Reino Unido está en 700 euros, aquí en 240. Nosotros sabemos que tenemos un problema de coste, nos llega todos los meses la factura. Mi problema es lo que cuesta, el de otros países no sólo es que lo tengan que pagar, es que no tienen. A nosotros se resta credibilid­ad a cualquier cosa que haga el Gobierno. Es un enfoque partidista y demagógico. Ellos lo saben.

P.– Los grupos parlamenta­rios se han quejado de que el Gobierno impuso el decreto sin negociarlo antes.

R.– Lo hicimos en agosto. Informamos a los grupos, veníamos trabajando hace tiempo en estas medidas. Al PP también le informamos. El PP dice no a todo.

P.– Si quieren hablar con el PP, no parece la mejor idea poner a caldo a su presidente como están haciendo desde el Gobierno.

R.– Yo creo que al PP le pilló de sorpresa la reacción de Ayuso, y pensaron que con el decreto de ahorro energético había un espacio de rédito político utilizando la misma estrategia del confinamie­nto y de los bares. El PP se vio arrastrado por esa reacción y su respuesta fue desproporc­ionada. Es un error. La gran preocupaci­ón es hasta dónde lo que dice Feijóo es coherente con lo que hace. Lo estamos viendo también con el Consejo del Poder Judicial. Es importante proponer soluciones, además de poner pegas a todo. No hay nadie que salga perjudicad­o con este decreto.

P.– ¿Está en condicione­s de garantizar que en el plan de contingenc­ia no habrá restriccio­nes y racionamie­ntos para familias y empresas?

R.– Estoy en condicione­s de asegurar que no habrá restriccio­nes para familias y empresas. Yo no dependo del gas ruso, como Alemania, que además tiene que mantener las centrales de carbón porque en estos momentos no hay carbón y esta carísimo. Y uno de los principale­s proveedore­s de carbón también era Rusia.

P.– ¿Alemania no pudo prever un escenario tan difícil con Putin ahí?

R.– Llama la atención que nadie cayera en eso. Se planteó el debate en 2009 y otra vez en 2014. Alemania siempre pensó, y desde el punto de vista conceptual es razonable, que la consolidac­ión de las relaciones comerciale­s y la prosperida­d impedirían la guerra, porque la sociedad buscaría la paz. Eso ha estallado porque en realidad Rusia no se democratiz­ó. Angela Merkel, que ha sido una gran valedora de esa construcci­ón de paz, supongo que estará viviendo momentos duros, es el fracaso de una apuesta muy fuerte, con mucho impacto sobre la vida de las personas.

P.– La ministra de Defensa ha dicho que nos espera un otoño durísi

mo. ¿Qué pasará si Putin cierra el grifo definitiva­mente?

R.– Nos espera un otoño y un invierno que nos encuentra mucho mejor preparados para la crisis que a otros países. Tenemos que seguir impulsando el ahorro, lo que no quiere decir imposicion­es ni restriccio­nes a las familias y las empresas, pero sí consejos y recomendac­iones. Hay cosas, como, por ejemplo, la sustitució­n de las bombillas del alumbrado público, que no necesitan modificar ninguna norma. ¿Yo tengo que decirles a las familias, como ha hecho el Gobierno alemán, que se duchen con agua fría? Ni se me pasa por la imaginació­n. Pero sí puedo hacer campaña para que se recuperen costumbres como apagar las luces cuando no son necesarias o no subir tanto la calefacció­n. Una gran suerte es que esto nos encuentra con mucho dinero del plan de recuperaci­ón. Hay que ir a toda pastilla con la gestión de los fondos.

P.– ¿Está hablando usted con las eléctricas del impuesto a los beneficios? Son muy críticas con esta iniciativa del Gobierno.

R.– Yo les vengo diciendo que la empatía con la sociedad es importante. Les estamos diciendo que si iban a ganar cien y pueden ganar mil, se pueden conformar con 250. Si hubieran reaccionad­o mejor hace un año, nos habríamos ahorrado muchos disgustos.

P.– Los incendios han asolado miles de hectáreas este verano. Ustedes dicen que es por el cambio climático, pero los que viven por aquellas zonas sostienen que es por el abandono de los montes. Hay remedio para ese desastre

R.– Los efectos del cambio climático sobre los incendios y la extinción son horrorosos. El vuelco de peso hacia lo rural no se puede materializ­ar tan rápidament­e. Es necesaria mucha lluvia fina de cooperació­n de todas las administra­ciones. Se necesita tiempo y empeño. Hay datos optimistas. Desde el año 2018, sobre todo desde la pandemia, ha habido un incremento de habitantes en municipios mayores de 20.000 habitantes de más de 200.000 personas. No es la panacea, pero sí una tendencia. Hay muchos proyectos de innovación en el mundo rural que pueden compaginar, por ejemplo, recoger setas y trufas y a la vez dedicarse a la traducción porque hay suficiente conectivid­ad.

P.– Los sindicatos preparan también un otoño caliente con manifestac­iones. ¿Comparte el respaldo que la vicepresid­enta segunda ha dado a las movilizaci­ones en la calle?

R.– Ya le preguntaré cuando hable con ella. No sé exactament­e qué ha querido trasladar. Hay inquietud y preocupaci­ón, pero al Gobierno le correspond­e aportar soluciones, más que manifestar­se.

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