Rearmar Europa (y España)
EN 2012, la UE recibió el Premio Nobel de la Paz por «haber contribuido a lo largo de seis décadas al avance de la paz y reconciliación, la democracia y los derechos humanos en Europa». Y sin embargo, si un tema ha dominado el curso sobre El nacimiento de la Europa geopolítica dirigido por Josep Borrell en Santander ha sido la idea de que hay que rearmar a Europa. Para los europeístas pensar en rearmar Europa es un contradiós: algo que iría contra el código genético de la UE. Pero, por mor y obra de Putin, un continente que ha invertido siete décadas en desmilitarizarse se dispone hoy a remilitarizarse.
Asentado el qué hay que hacer, lo importante es el cómo hacerlo. Porque lo que sería un error garrafal sería rearmar a los Estados en lugar de aprovechar la ocasión para dotarnos de una defensa común europea. Todavía hoy, los 27 gastan más en defensa que Rusia: 176.000 frente a 55.000 millones de euros (tres veces más). Pero como lo hacen con criterios nacionales y sin coordinarse entre ellos, ese gasto es ineficaz. Como la guerra en Ucrania demuestra, el viejo gasto y las viejas doctrinas están obsoletas. Estamos ante una revolución en los asuntos militares: vamos a ejércitos mucho más sofisticados, hacia sistemas de armas basadas en la inteligencia artificial. No se trata de comprar más tanques, aviones o barcos, sino de pensar, producir y comprar juntos para impulsar la industria de defensa europea y nuestra autonomía estratégica.
Alemania y España, que por su pasado se han desmilitarizado de forma más profunda y duradera que otros Estados miembros (Francia, por ejemplo, no lo ha hecho), tienen aquí una responsabilidad especial. Ambos tienen ante sí el compromiso de duplicar su gasto en defensa, hoy situado en el 1% del PIB. El debate de cómo hacerlo ha tomado impulso en Alemania ya que los socios de gobierno son conscientes de su responsabilidad. En España, sin embargo, el debate sobre cómo vamos a hacerlo no ha comenzado. Nuestra política de defensa, los programas de armamento y nuestro compromiso con la política europea de defensa tienen que ser repensados de forma radical para adaptarse al nuevo contexto. Pero aquí estamos a otras cosas.