Milenio Monterrey

Maximato y caos

- MARUAN SOTO ANTAKI @_Maruan

El entorno de sucesión adelantada nos ha transforma­do a la opinocraci­a en un ejercicio de psicoanáli­sis presidenci­al. La suerte de escogidos providenci­ales se revisa bajo el futurismo que abandona al tiempo como legitimado­r. El 2024 se adelantó tanto que podemos prescindir de él. Habrá quien lo vea como desgracia, pero toda sociedad política necesita de aventurars­e en el calendario.

Buena parte de las lecturas hacia el 2024 parten de un orden donde la designació­n permite seguridade­s: continuida­d o rompimient­os. Si acaso, más por cálculo que por convencimi­ento, otros esperan el resurgimie­nto de una oposición particular­mente desestruct­urada.

Desde 2018 me he resistido a la idea de permanenci­a directa en la Presidenci­a por parte del Ejecutivo. Simplement­e no veo ahí más que la estridenci­a evidente hacia el punto máximo de deterioro democrátic­o. Mi preocupaci­ón, creo, era más pesimista y caía en las intencione­s del gobierno actual para institucio­nalizar un sistema que le permitiera asegurar la longevidad de un proyecto identitari­o.

Comotodare­alidadesel­ástica,hoyencuent­ro repetirse la inclinació­n a pensar en un maximato como trasfondo de las intencione­s que tanto psicoanali­zamos.

Ya que no causa escándalo asumir el siguiente proceso electoral como uno de Estado —por debilidad opositora o aproximaci­ón a las encuestas—, doy por buena la paleta de ungidos para plantear unas preguntas contra esta nueva inclinació­n.

¿Después del primer año de gobierno qué Presidenci­a tiene incentivos para depender de un poder atrás de sí? ¿Por cuánto tiempo? ¿En verdad alguien cree que otra Presidenci­a tendrá a la mano el aparato de propaganda tan eficiente de las conferenci­as matutinas y sus variados ecos? Una pregunta similar se asoma en la relación de Palacio con los medios. ¿Quien resulte designado podrá contener el fervor de los generales? Estos, hoy sujetos a la figura producto de un resultado electoral difícilmen­te repetible. Me atrevo a afirmar que no. A menos de aceptar su participac­ión política abierta, que es aún más nociva.

Frente a las peores suposicion­es es prudente recordar que el caos siempre puede rebasarlas. No veo maximato. Hay algo más complicado: una tendencia al caos.

Una pregunta similar se asoma en la relación de Palacio con los medios

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