Los peligros del fandom
Cuando alguien es seguidor de un mundo de fantasía, fan de verdad, cuando entiende su propia existencia por las metáforas, imágenes, intenciones y tanto más que hacen que nos enamoremos de una ficción, es muy difícil que nos dejemos ir y aceptemos la versión de alguien más.
El adaptador, el director, el actor, el editor... cualquiera que convierta literatura en algo audiovisual está dejando algo de sí mismo en ello. Y lo entiendo bien porque yo fui una de ellas, cómo nos podemos poner las personas cuando alguien decide hacer algo como Yo, robot, de Isaac Asimov, y convertirlo en una película de trancazos en lugar de un maravilloso tratado sobre las leyes de la robótica y sus implicaciones universales.
Pongo este antecedente para dejar claro que realmente sí hay malas adaptaciones de grandes textos. Y terribles precuelas (Lo
siento, Boba Fett). Al final del día hay que hacer un ejercicio de honestidad con nosotros mismos para saber qué es un abuso de un clásico, qué es una interpretación que no va con nuestros recuerdos, y qué es simplemente algo que levanta pasiones por motivos ajenos a la producción.
Y sí, hablo ahora de El poder de los anillos. Entiendo que hay un mundo de enojo contra lo que muchos llaman “inclusión forzada”, pero tanto ataque a una precuela antes de ver siquiera una escena, solo por saber que hay gente de diferentes orígenes y colores de piel, aceptemos que es algo racista.
Ninguno de los personajes rompe con lo que ocurrirá en un futuro (el de los libros) y, bueno, después de ver los primeros capítulos les ruego, señores del
fandom, que tomen sus decisiones libremente pero cierren su corazón a quien no soporta que otras personas tengan un espacio en una fantasía que permite todo tipo de ser viviente.