Contra los militares II
Abandonamos el consenso sobre la necesidad de desarrollar estructuras territoriales, regionales, con la intención de cumplir el objetivo nacional de contener la violencia. Las vías militares para atender la seguridad pública jamás debieron sustituir la voluntad política. Aceptamos discutir parámetros falsos y no sabemos separarnos de ellos.
Extraordinaria, regulada, fiscalizada, subordinada y complementaria, decía el texto para habilitar la participación del Ejército en la Guardia Nacional. Era un mal inicio. Por su naturaleza, la exaltación de las fuerzas armadas garantiza las vidas perdidas y el deterioro político.
Los parámetros falsos son ya una mentira fundacional. Para su dispersión, el gobierno mexicano aprovecha nuestra detestable indiferencia, capaz de ignorar lo sabido por todos. Cuando los militares cometen delitos contra civiles, la justicia nunca se da en igualdad de condiciones. Impunidad bajo amparo de la quinta estrella y su engaño de infalibilidad castrense. Hoy el país está dispuesto a otorgarle fuero militar a la seguridad pública.
Con la incorporación de la Guardia a la Defensa, el gobierno federal promete cero corrupción, como si la perorata fuese posible. No es demagogia como vil desprecio a la realidad.
Hay terraplanistas y hay quien ve tintes civiles en un cuerpo bajo control de la Defensa. La adscripción a la Secretaría de Seguridad se convirtió en una trampa retórica exenta de vergüenza, insulto a la inteligencia ciudadana. Pretexto frágil de esos altos funcionarios, cómplices del cinismo para el cual los militares no militarizan.
Se ha hecho normal la entrega abismal de recursos al Ejército. Hemos dispensado sus violencias: golpes, ahorcamientos o la violencia sexual presente en los modos de los marinos.
Corresponsables también los medios. Tratamos el tema como si fuese asunto de política habitual y eludimos hacer hincapié, constante y pedagógico, sobre las consecuencias de semejante distorsión al orden político. Abunda el cuidado al tomar postura. Tomémosla. No hay gran democracia donde los uniformes tienen tanto peso.
Si queda un gramo de dignidad política ninguna urgencia es mayor a trazar una ruta realista para la salida de los militares.
Se ha hecho normal la entrega abismal de recursos al Ejército