Milenio Monterrey

El líder que merecen los priistas

- CARLOS PUIG @puigcarlos

Nos hicieron creer por muchos años que eran unos genios, políticos de primera que todo podían más allá de los métodos, algunos decentes, otros no, otros de plano ilegales y crueles, utilizando la fuerza del gobierno, cuando la tenían, o la de las organizaci­ones a las que habían llenado de privilegio­s y dinero.

Durarían para siempre, si no en el gobierno, al menos siendo un factor ineludible en cualquier decisión nacional o regional que importara.

La dictadura perfecta, dijo algún día Vargas Llosa, y aunque en público se quejaron, en privado lo celebraron. Sí, eso somos, se decían en alguna cena. Y otros, no solo ellos, se lo creyeron. Primero en 1997, y después en el año 2000, cuando en las elecciones por fin se contaron los votos, perdieron primero la capital y después la Presidenci­a. Para ese año apenas poco más de la tercera parte de los ciudadanos votó por el tricolor. Aun así, Vicente Fox no tuvo la valentía para gobernar sin ellos y les entregó parte del sexenio como después, por lo apretado de su elección, igual hizo Felipe Calderón.

Los miedos panistas y sus absurdas discusione­s internas —sí, recordemos, la candidata fue Josefina Vázquez Mota después de un lío interno monumental— lograron que un pequeño grupo de Estado de México se hiciera del PRI y ganara la Presidenci­a. Y pues ya vimos lo que pasó cuando Atlacomulc­o toma el poder.

Visto con alguna perspectiv­a hoy pienso que todo era un poco exagerado. Sí, pues el PRI había sido el PRI, pero desde los sesenta se habían quedado ahí a madrazos y más gracias a lo que estaba sucediendo dentro de las fuerzas políticas opositoras que a su supuesta genialidad. Así como el éxito del priismo opositor tuvo más que ver con el miedo y las torpezas de los panistas que con ellos mismos.

Será por eso que hay algo delicioso, si bien un poco perverso, en seguir a su hoy líder. Los audios que le grabaron — ya el hecho que se los grabaran habla de su inteligenc­ia política—; la manera en que lo han doblado, en que acusa y amenaza a otros priistas con “exhibirlos” o de cómo decidió por la militariza­ción porque le preguntó a alguien que le servía un café. De cómo hoy se odia con el hombre al que le cargó el portafolio o no habla de las casas —están buenas, la verdad— a las que entran a buscar evidencia para encarcelar­lo.

Basta escucharlo un poco. Pienso que Alito es un gran líder del verdadero PRI de siempre. Arriba y Adelante.

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