El líder que merecen los priistas
Nos hicieron creer por muchos años que eran unos genios, políticos de primera que todo podían más allá de los métodos, algunos decentes, otros no, otros de plano ilegales y crueles, utilizando la fuerza del gobierno, cuando la tenían, o la de las organizaciones a las que habían llenado de privilegios y dinero.
Durarían para siempre, si no en el gobierno, al menos siendo un factor ineludible en cualquier decisión nacional o regional que importara.
La dictadura perfecta, dijo algún día Vargas Llosa, y aunque en público se quejaron, en privado lo celebraron. Sí, eso somos, se decían en alguna cena. Y otros, no solo ellos, se lo creyeron. Primero en 1997, y después en el año 2000, cuando en las elecciones por fin se contaron los votos, perdieron primero la capital y después la Presidencia. Para ese año apenas poco más de la tercera parte de los ciudadanos votó por el tricolor. Aun así, Vicente Fox no tuvo la valentía para gobernar sin ellos y les entregó parte del sexenio como después, por lo apretado de su elección, igual hizo Felipe Calderón.
Los miedos panistas y sus absurdas discusiones internas —sí, recordemos, la candidata fue Josefina Vázquez Mota después de un lío interno monumental— lograron que un pequeño grupo de Estado de México se hiciera del PRI y ganara la Presidencia. Y pues ya vimos lo que pasó cuando Atlacomulco toma el poder.
Visto con alguna perspectiva hoy pienso que todo era un poco exagerado. Sí, pues el PRI había sido el PRI, pero desde los sesenta se habían quedado ahí a madrazos y más gracias a lo que estaba sucediendo dentro de las fuerzas políticas opositoras que a su supuesta genialidad. Así como el éxito del priismo opositor tuvo más que ver con el miedo y las torpezas de los panistas que con ellos mismos.
Será por eso que hay algo delicioso, si bien un poco perverso, en seguir a su hoy líder. Los audios que le grabaron — ya el hecho que se los grabaran habla de su inteligencia política—; la manera en que lo han doblado, en que acusa y amenaza a otros priistas con “exhibirlos” o de cómo decidió por la militarización porque le preguntó a alguien que le servía un café. De cómo hoy se odia con el hombre al que le cargó el portafolio o no habla de las casas —están buenas, la verdad— a las que entran a buscar evidencia para encarcelarlo.
Basta escucharlo un poco. Pienso que Alito es un gran líder del verdadero PRI de siempre. Arriba y Adelante.