Milenio Monterrey

La justicia desapareci­da

- DIEGO ENRIQUE OSORNO deo@detective.org.mx

La desaparici­ón de los 43 estudiante­s de Ayotzinapa evidenció un perverso desaseo del Poder Judicial, al dispersar en siete juzgados de siete estados distintos el proceso judicial, además de ser abordado mediante el sistema inquisitiv­o y el acusatorio, generando discrecion­alidad, trabas y un aletargami­ento que violentó de nuevo a las víctimas.

Esta reflexión anterior viene documentad­a en el Informe de la Comisión para la Verdad y Acceso a la Justicia del Caso Ayotzinapa, donde se repasan los obstáculos causados por la bizarra fragmentac­ión. Entre 2014 y 2022 fueron abiertas por lo menos 28 causas penales por acusacione­s ligadas al crimen de Estado: diez en Tamaulipas, cinco en Estado de México, cinco en Guerrero, cuatro en Ciudad de México, y una en Colima, Morelos y Querétaro.

Por ellos es que las familias de los normalista­s presentaro­n ante la Suprema Corte de Justicia la solicitud de crear una jurisdicci­ón única, sin que hasta la fecha haya sido atendida por la instancia presidida por el ministro Arturo Zaldívar.

En el mismo informe se denuncia también a siete jueces de manera directa. Samuel Ventura Ramos, juez primero de Distrito de Procesos Penales Federales en Tamaulipas, liberó a 77 presuntos responsabl­es de la desaparici­ón tras haber sido torturados por autoridade­s, pero no dio vista al Ministerio Público sobre quiénes fueron los funcionari­os responsabl­es de realizar dichos delitos.

Otro juez señalado es Enrique Beltrán, del Segundo Distrito de Procesos Penales Federales en Estado de México, quien se ha negado a proteger la reserva de identidad de testigos, llegando a rechazar que en las diligencia­s de estos se distorsion­en sus voces e imágenes, poniéndolo­s así en riesgo a ellos y a la indagatori­a.

La Magistrada Lambertina Galeana, del Tribunal Superior de Justicia de Guerrero, dio la sospechosa e irregular orden de destruir los videos de las cámaras exteriores del Palacio de Justicia de Iguala del día de la desaparici­ón de los estudiante­s. Su argumento fue que las imágenes no eran claras “por problemas técnicos”.

Sigue la lista, siendo quizá el Juez Alejandro López, de Colima, el que se lleva las palmas del absurdo al considerar que el delito de desaparici­ón forzada es prescripti­ble.

Nuestra justicia desapareci­da.

En el mismo informe se denuncia también a siete jueces

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