La sombra de la regresión
Conocíamoslasdebilidadesde la joven democracia mexicana, pero no la creímos nunca tan frágil como se ha visto ante los embates antidemocráticos de estos años.
El actual gobierno ha destruido muchos de los equilibrios democráticos que necesitaba para concentrar el poder. Pero no todos.
Ha capturado el poder Legislativo, pero no tanto como necesitaba para dominarlo a voluntad.
Trata como oficialía de partes al poder Judicial, pero pierde batallas fundamentales en él.
Ha nombrado a la gobernadora del Banco de México, pero no ha allanado la institución a sus decisiones.
Tieneunapresenciadominanteenmedios,peronohapodidocallarasuscríticos. Y no ha sometido al instituto electoral.
Tampoco han crecido sus votos, han disminuido, como en las elecciones de 2021, donde la oposición fue mayoría.
Quizá este sea el asunto clave: el gobierno no ha podido aplanar la experiencia misma de la democracia, su oportunidad está abierta por el hecho simple de que haya elecciones.
No importa cuán inducido sea el voto oficialista, ni cuán desacreditados estén los partidos. Mientras haya urnas abiertas, partidos en competencia y un árbitro electoral independiente, la semilla de la democracia está viva.
Y está viva, con ella, la capacidad fundamental de la democracia misma: corregirse, enmendar sus veredictos, registrar los cambios en la libre voluntad de los votantes.
Hay sin embargo muchas señales de alarma que atender. Son ostensibles los riesgos de la democracia “a la defensiva” quetenemos,enfrentadaalas“pulsiones antidemocráticas”delgobierno,proclive al “oscurantismo”, al “hiperpresidencialismo”,a“unmundodivididoendosbandos”, regido por las ganancias del “lenguaje primitivo” (José Woldenberg: Contra el autoritarismo, Cal y
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