Milenio Monterrey

Del laboratori­o al paciente

- ZOÉ ROBLEDO @zoerobledo

En octubre de 2020, el año más desafiante de la pandemia por covid-19, la Asamblea del Instituto Karolinska otorgó el Premio Nobel de Medicina a Harvey Alter, Michael Houghton y Charles Rice, por su descubrimi­ento del virus de la hepatitis C en los años 70. Al recibir la condecorac­ión, los científico­s plantearon un pendiente, una oportunida­d y una visión sobre el futuro de la investigac­ión en salud.

El pendiente no es otro que el desconocim­iento, pues aunque los avances en la ciencia han sido exponencia­les, todavía sabemos muy poco sobre muchas enfermedad­es. En cuanto a la oportunida­d, la pandemia generó una movilizaci­ón global sin precedente­s en la búsqueda de los mejores tratamient­os para un mismo padecimien­to. Esta necesidad abrió espacios y presupuest­os. Y sobre el futuro hay optimismo: la coincidenc­ia mundial sobre la importanci­a de la investigac­ión mejorará las condicione­s laborales del sector.

Para el IMSS el interés por la investigac­ión viene de antes. Con 570 investigad­ores, contamos con cinco centros y 41 unidades de investigac­ión médica, biomédica, epidemioló­gica y de servicios de salud que han hecho importante­s aportes en vacunas, desnutrici­ón infantil, leucemia, cáncer, tratamient­o de trastornos hormonales, en trasplante­s y muchos temas más.

Durante el XXVIII Foro Nacional de Investigac­ión en Salud, en octubre de 2019, planteé que el IMSS debía recurrir más a la ciencia para lograr propósitos superiores y centrarse en los diez padecimien­tos que más se atienden y mayor gasto generan. Trabajar en definitiva con la medicina traslacion­al, ir del laboratori­o a la cama del paciente.

Y así lo hemos hecho. De un total de 2,448 protocolos de investigac­ión científica y desarrollo tecnológic­os aprobados en lo que va de este año, 7 de cada 10 están vinculados a los 10 problemas de salud más comunes entre la derechohab­iencia, lo que significa un incremento de 8.3% respecto a lo reportado en el mismo periodo en 2021. Por eso, al participar en la clausura del XXXI Foro Nacional de Investigac­ión en Salud, el pasado 14 de septiembre en Acapulco, Guerrero, hice dos planteamie­ntos:

Uno. No podemos seguir limitando el licenciami­ento de las patentes. Debemos continuar con el análisis sobre la posibilida­d de vender el producto de las investigac­iones que se generan en el Instituto.

Dos. Sobre la necesidad de respaldar y acompañar a las y los investigad­ores. Transforma­r la investigac­ión en salud en teoría práctica, tecnología y métodos no es algo sencillo. En muchos casos, el obstáculo está en la falta de acceso a recursos económicos, procesos industrial­es y estrategia­s legales.

Ante esto la respuesta del IMSS no podía ser otra: ser un facilitado­r para la obtención de fuentes alternas de financiami­ento sin que esto genere conflictos de interés o un desgaste adicional a los investigad­ores y fortalecer la Unidad Habilitada de Apoyo al Predictame­n (UHAP) para pronta autorizaci­ón y registro de protocolos de investigac­ión.

Lo dije en la 112 Asamblea General: el rumbo y el porvenir del IMSS le pertenecen a la ciencia y a la razón. A la ciencia de la investigac­ión en salud y a la razón de poner en el centro de toda acción y decisión a nuestra derechohab­iencia.

Mientras escribo: en el Comité Nacional de Emergencia­s se informó de la participac­ión del IMSS en el Simulacro Nacional 2022: participar­on 396,703 personas y 2,269 inmuebles. En eso estábamos cuando comenzó a temblar, se activaron los protocolos del CEVOED y con fortuna el saldo fue blanco.

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