El problema a evitar se llama Putin
La guerra de Ucrania no es algo que se hubiera “podido evitar”. No resulta de la falta de voluntad negociadora de una de las partes sino, simplemente, de la brutal agresión emprendida por un individuo desalmado y sanguinario.
La democracia no resuelve todos los problemas sociales ni asegura tampoco el automático bienestar de los ciudadanos. Pero, caramba, es el mejor antídoto para evitar que sujetos de la calaña de un Putin no se perpetúen en el poder y que no se salgan impunemente con la suya cuando traspasan los límites de la decencia.
La simple rendición de cuentas a la que están obligados los hombres públicos cuando ejercen el poder en un sistema provisto de los contrapesos institucionales necesarios para evitar la concentración de atribuciones en una sola persona lleva a que no se instaure, justamente, un régimen sujeto al funesto imperio de los caprichos, los impulsos, la soberbia y la crueldad.
En los tiempos de nuestra “dictadura perfecta”, el encargo del mandatario de turno tenía fecha de caducidad, por más que el desaforado presidencialismo de aquel modelo le confiriera extraordinarias facultades. Es más, el sucesor directamente designadoporeldedodelsupremoelectorterminabaporiralosuyo, si no es que a traicionar de manera flagrante a su benefactor.
Pues miren, hay dictaduras todavía más maravillosas en las que lo primero que pretenden los caudillos es su indefinida permanencia al mando y resulta entonces que todo —el encendido discurso soberanista, la consagración del igualitarismo, la sacralización del “pueblo”, la condena hacia los explotadores capitalistas, la resistencia al imperialismo, etcétera, etcétera— todo, repito, tiene que reducirse a la cuestión de que sigan férreamente apoltronados en la silla presidencial. Ah…
Pero hay otro asunto: la perpetuación del déspota en la cima del poder se logra no sólo disminuyendo paralelamente los derechos de los votantes (es más, ya no votan o lo hacen en elecciones simuladas cuyos resultados van a favorecer siempre al autócrata) sino sometiéndolos por medio del terror y la persecución.
Un tipo que encarcela y tortura es también un sujeto que manda a sus huestes a matar civiles cuando invade otra nación. Putin, o sea. ¿Evitable, la tiranía de parecido canalla? Pues…
La democracia no asegura tampoco el automático bienestar de los ciudadanos