Milenio Monterrey

La reina y el sismo

Isabel II era tan ligera como Campanita y, a partir de ahora, en el Palacio de Buckingham podrá verse al rey Carlos, un cataplasma, un bodrio que no sabe usar una pluma fuente. Adiós para siempre a la monarca. Uff, ya era hora...

- GIL GAMÉS gil.games@milenio.com Gil s’en va

Por favor, ya terminen de enterrar a la reina Isabel II. Gil está exhausto de tanto paseo funeral. El féretro de la reina va y viene, sus adoradores se mudan a la calle con cobijas y termos de café con piquete para darle el último adiós, que han sido muchos adioses; no pocos derraman la lágrima, oh, la reina.

No se lo tomen a mal a Gamés, pero la reina lo tiene sin cuidado, viva o muerta. Gilga nunca despertó y se dijo a sí mismo: ah la reina, que importante ha sido para el mundo. Gamés teme que después de los funerales a los cuales asistieron más de doscientos jefes de Estado, vengan las misas. Ya en serio: terminen de enterrarla: descanse en paz Isabel II.

La reina ha ocupado todas las primeras planas de los periódicos, todas las noticias de la televisión y de la radio. Los medios más pudientes (gran palabra) han enviado a sus comentaris­tas de lujo y luja. Todos la recuerdan con afecto como si hubieran tomado el té y las galletas de las cinco de la tarde con ella. Ah, qué reinaza de la vidaza. La nota de Gil habría empezado así: acá en Londres, durante la espera de la llegada del ataud real, a Gamés se le arrasan los ojos, qué enorme tristeza. En su revista Hola!, órgano editorial de la realeza, podrán leer los detalles de la familia real, de sus codicias y sus malestares, también de su felicidad. Ella era tan ligera como Campanita y, a partir de ahora, en el Palacio de Buckingham podrá verse al rey Carlos, un cataplasma, un bodrio que no sabe usar una pluma fuente. Adiós para siempre a la reina. Uff, ya era hora. Por cierto y para entenderno­s, la Hola! es a la reina lo que El

chamuco a Liópez.

Vidente

Gilga vio a la jefa de Gobierno y precandida­ta de fuste y fusta, Claudia Sheinbaum, acompañada del secretario de Seguridad

de la Ciudad de México, Omar García Harfuch, anunciar el simulacro del 19 de septiembre. Gamés jura a pie juntillas que pensó (ya empezamos con las jactancias): nada bueno traerá este llamado. Gilga creyó que la jefa de Gobierno y el secretario de Seguridad se referían a las mañaneras, pero no, se referían al aniversari­o de los sismos de 1985 y de 2017, ambos ocurridos un 19 de septiembre. Como un ciudadano consciente, Gil participó en el simulacro. No es que Gilga se sienta vidente, pero algo le decía que las cosas no marchaban bien. Gamés se los jura por esta cruz. Lo demás se sabe y no tiene una explicació­n lógica: de nuevo, el 19 de septiembre y después de un simulacro, tembló, y fuerte. Me cae, dirían los poetas; no mmr, dirían lo prosistas; en todo esto hay un compló, dirían en Palacio Nacional. La naturaleza es neoliberal.

Gilga recordó la frase de Anatole France que ha puesto en alguna ocasión en el final de esta columna del fondo: el azar es el seudónimo de Dios cuando no quiere firmar. (cita provenient­e de la impresiona­nte memoria de Gilga).

Plataforma­s

La vida era llevadera cuando al caer la tarde o al inicio de la noche, Gamés se sentaba frente a su enorme pantalla televisiva y ponía Netflix. Elegía usted su película o su serie y se transporta­ba a mundos más habitables. Pero todo cambió, todo cambia, llegaron las plataforma­s: HBO Max, Mubi, Prime, Paramount, Disney. Gran variedad. Cuidado, no se deje engañar: nada sirve, todo conspira contra Gamés: si usted lo intenta se volverá loco de cólera. La imagen se congela y ahí se queda usted, en la sala de espera; simplement­e no entra, los técnicos, siempre geniales, le dirán que es el internet, que usted tiene la culpa por tacaño y no pagar cantidades de dinero por velocidade­s de vértigo; y al cabo del rato, usted no vio nada de nada. Esta me la recomendó Mengano, pero no se puede ver, Mengano es malo y quiere que suframos lo que él sufrió.

El fin del mundo, diría el poeta, se instaló en la casa: todo falla, la cafetera de nexpresso se averió, el cartucho del rastrillo se rompe cuando no hay repuesto, el microondas no calienta, los focos se funden. Ayuda, no hay luz.

Todo es muy raro, caracho. Como diría Peter Alexander Ustinov: La última voz audible antes de la explosión del mundo será la de un experto que diga: es técnicamen­te imposible.

Todos la recuerdan con afecto como si hubieran tomado el té y las galletas de la tarde con ella

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