El velo y la revolución
Nunca se debe subestimar el poder represor y coercitivo de los gobiernos medioorientales
Una mujer fue asesinada en Irán por la patrulla de los lineamientos, la policía moral. La arrestaron por no cubrirse apropiadamente y llevaron a un centro de reeducación para enseñarle a usar el hijab obligatorio. Ella, Mahsa Amini, es hoy el nuevo símbolo del hartazgo contra un régimen cuya ideologización y agresividad alimenta a un Estado tan criminal como sectario.
Hace más de cuarenta años, los gritos por el triunfo de la Revolución Islámica pidieron la cabeza del califa Yazid, el asesino de Hussein, nieto del profeta Mahoma e hijo de Ali. Trece siglos atrás, la comunidad de Ali, o chi’a, quedó relegada del islam. Yazid encarnaba los males de su historia. En 1979 corrían tiempos de la reivindicación chiita a manos de Jomeini.
Desde un inicio, la Revolución Islámica dependió de la exaltación de mitos identitarios y de su traducción práctica en los lineamientos de la sharía. Su sharía. Los códigos y obligaciones provenientes de su interpretación de la ley islámica forman uno de los pilares de identidad del gobierno iraní. Las manifestaciones tras el asesinato de Amini desafían las estructuras fundacionales de la revolución, ya exiguas, pero imprescindibles para su capacidad corruptora. No es poca cosa.
En las protestas por el asesinato de Amini se canta su nombre, se queman hijabs, estandartes de la imposición, se canta la muerte a Jamenei y a su dictadura, como se cantaron consignas similares durante el Movimiento Verde de 2009. Como también en 2011 y 2017. Primero fue el Movimiento Verde, luego las Primaveras Árabes; escuelas de la prudencia que enseñaron la fragilidad de no contar con liderazgos políticos y la suma de miembros notables de los aparatos oficiales. Nunca se debe subestimar el poder represor y coercitivo de los gobiernos medioorientales.
A pesar del entusiasmo entendible desde los deseos, el éxito de las protestas no se encuentra en un cambio radical de la política iraní. Todavía no veo escenario para ello. Con la violencia como naturaleza, hay pocos gobiernos capaces de tanto para asegurar su permanencia. Las protestas ya consiguieron un triunfo digno de reconocimiento: en su inmenso valor están cambiando el lenguaje para enfrentar a los ayatolas.