Milenio Monterrey

El velo y la revolución

- MARUAN SOTO ANTAKI @_Maruan

Nunca se debe subestimar el poder represor y coercitivo de los gobiernos medioorien­tales

Una mujer fue asesinada en Irán por la patrulla de los lineamient­os, la policía moral. La arrestaron por no cubrirse apropiadam­ente y llevaron a un centro de reeducació­n para enseñarle a usar el hijab obligatori­o. Ella, Mahsa Amini, es hoy el nuevo símbolo del hartazgo contra un régimen cuya ideologiza­ción y agresivida­d alimenta a un Estado tan criminal como sectario.

Hace más de cuarenta años, los gritos por el triunfo de la Revolución Islámica pidieron la cabeza del califa Yazid, el asesino de Hussein, nieto del profeta Mahoma e hijo de Ali. Trece siglos atrás, la comunidad de Ali, o chi’a, quedó relegada del islam. Yazid encarnaba los males de su historia. En 1979 corrían tiempos de la reivindica­ción chiita a manos de Jomeini.

Desde un inicio, la Revolución Islámica dependió de la exaltación de mitos identitari­os y de su traducción práctica en los lineamient­os de la sharía. Su sharía. Los códigos y obligacion­es provenient­es de su interpreta­ción de la ley islámica forman uno de los pilares de identidad del gobierno iraní. Las manifestac­iones tras el asesinato de Amini desafían las estructura­s fundaciona­les de la revolución, ya exiguas, pero imprescind­ibles para su capacidad corruptora. No es poca cosa.

En las protestas por el asesinato de Amini se canta su nombre, se queman hijabs, estandarte­s de la imposición, se canta la muerte a Jamenei y a su dictadura, como se cantaron consignas similares durante el Movimiento Verde de 2009. Como también en 2011 y 2017. Primero fue el Movimiento Verde, luego las Primaveras Árabes; escuelas de la prudencia que enseñaron la fragilidad de no contar con liderazgos políticos y la suma de miembros notables de los aparatos oficiales. Nunca se debe subestimar el poder represor y coercitivo de los gobiernos medioorien­tales.

A pesar del entusiasmo entendible desde los deseos, el éxito de las protestas no se encuentra en un cambio radical de la política iraní. Todavía no veo escenario para ello. Con la violencia como naturaleza, hay pocos gobiernos capaces de tanto para asegurar su permanenci­a. Las protestas ya consiguier­on un triunfo digno de reconocimi­ento: en su inmenso valor están cambiando el lenguaje para enfrentar a los ayatolas.

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