Es metáfora de la celebridad y de la envidia; del sentido de la vida y de su irremediable insatisfacción
¿Cómo explicar entonces que después de la primera vez, le vino una obsesión por migrar (¿morir?) todo el tiempo?
Para Iñárritu, después de la primera violencia en Amores Perros, la violencia se apareció en toda su obra. Después del primer vuelo de Birdman, vino la angustia por los límites. Después de la desigualdad de Babel, vino la obsesión por narrar lo injusto.
En la instalación virtual Carne y Arena Iñárritu hizo que pudiéramos traspasar el pecho de un ser humano para que nuestra pupila paseara libremente dentro de un corazón cualquiera.
En Bardo, la metáfora regresa,
El estreno en salas será en octubre y para diciembre podrá verse en Netflix. pero esta vez la carnada no es la de un corazón ajeno, sino sus propias vísceras. Sus entrañas ofrecidas al voyerista que se reconoce
en el adolescente que cada cual fue, alguna vez; la metáfora del padre ausente que alcanzó a perdonar a su propio padre ausente; la metáfora del hijo que significó de manera definitiva a la palabra vacío; la metáfora del hombre enceguecido por su obra y de la obra enceguecida por el protagonismo del hombre que la inventó.
Y mientras la biografía del individuo gira montada en su propio carrusel, el viajero resiente la secuencia de un desmadre que lo sobrepasa: los duelos gigantes
de su país, su pueblo, su comunidad y su diáspora, tan emocionalmente alterados.
No hables mal de México porque me provocas a engrandecerlo. Tampoco hables bien porque mi lengua soltará el lastre que lleva acumulando desde hace tantas tragedias.
El eco de los pasos de Silverio Gama, el personaje principal, suena fuerte mientras recorre la ciudad más bella; aquella marcha sucede a una hora perfecta, gracias a la luz que apenas despierta