Milenio Monterrey

Arturo Pérez-Reverte “No quiero ser un gachupín que cuenta como turista la historia mexicana”

El país vuelve a ser protagonis­ta en los libros del autor español con Revolución, su nueva novela, en la que ahonda en el amor, la lealtad, la muerte, la amistad y la vida a través de ese pasaje de nuestra historia

- JOSÉ ANTONIO LÓPEZ

Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, Murcia, 1951) vuelve a publicar una novela centrada en México, Revolución (Alfaguara). Una historia de un hombre, tres mujeres, una revolución y un tesoro. El galardonad­o escritor español recupera en esta novela los acontecimi­entos dramáticos que sacudieron a México en el primer tercio del siglo XX y que está repletas de aventuras, que ahonda en las reglas ocultas que determinan el amor, la lealtad, la muerte, la amistad y la vida. El autor presentó su nuevo libro en el Hotel Palace de Madrid, donde habló con MILENIO.

¿Por qué México otra vez?

México siempre está presente en mi vida. Yo soy muy mexicano, de afectos y de querer ser. Ahí está La reina del Sur, una novela muy mexicana. Yo quería hacerla desde dentro, no desde fuera. Yo no quiero ser un gachupín que va a México y cuenta como turista una historia mexicana, quería contarla desde adentro, con el lenguaje, con la mirada, con el carácter de los mexicanos. Entonces, bueno, pues he recurrido a todas las herramient­as que pude utilizar para contar esta historia.

¿Te costó mucho trabajo hacerla?

Aquí hay un problema fundamenta­l, que es que una novela que transcurrí­a entre 1911 y 1920, entonces, claro, ni siquiera el lenguaje es el mismo. A mí me fascina el lenguaje mexicano. Pero entonces no decían güey, decían otras cosas. He tenido que renunciar, olvidar, amputar, el lenguaje mexicano moderno que conozco bien porque voy mucho allí, e irme al lenguaje mexicano de entonces. Para eso recurrí a la literatura contemporá­nea. Eso ha sido un trabajo laborioso, pero era necesario.

¿Cómo llevas lo del albur?

La novela está llena de albures. Yo albureo, como buen mexicano. Tengo mucha práctica. ¿Sabes lo que me fascina de México? La mezcla de crueldad, de violencia, de ternura y de alegría. Yo creo que en ningún país de América, por consiguien­te del mundo, hay esa mezcla. Esos contrastes hacen al mexicano peligroso y entrañable al mismo tiempo. Lo que me enamoró de México fue justamente esa manera de combinar de violencia con ternura, con la alta camaraderí­a. Yo tengo anécdotas de cantinas... Cuéntanos una.

Pues mira, un día llegué a Tepito a una cantina. Tenía sed y me despisté, me metí ahí por casualidad para tomarme una cerveza, una chela, y nada más entrar me dije: ¡diablos, de aquí no salgo vivo! Unos tipos, un ambiente, pensé que si echaba a correr me iban a atrapar. Entonces me apoyé en la barra y me pedí la cerveza. Después hice dos cosas: cogí un peso y me fui a la rocola y puse una rola de Los Tigres del Norte, después fui hacia el que parecía más peligroso y le dije: ‘Perdone, señor, soy español, no conozco las costumbres, quizá no le gusta la canción, quizá he hecho una cosa incorrecta, pero si he metido la pata con mucho gusto le invito un tequila a usted y a todos’. Entonces, cambió todo el ambiente. Vinieron

“La novela está llena de albures. Yo albureo, como buen mexicano. Tengo mucha práctica”.

todos, estuvimos hablando de Los Tigres del Norte, poniendo canciones. Después me acompañaro­n al Tenampa, me escoltaron. Ese es el mexicano también. Cuando llega el gringo que no conoce, pero cuando llega el latino que sí, sabes dónde están los mecanismos. Al fin y al cabo México es España y España es México. Eso me encanta. Eso me pasó mucho cuando hice La reina del Sur, estuve en Sinaloa, en cantinas muy cutres. Pero nunca me pasó nada.

Si conoces los códigos, si sabes que a las mujeres se les respeta, a los hombres invitarles un tequila, a darles tabaco, pero si pasas como un turista patoso te arriesgas a todo. Conociendo al mexicano es una delicia, hasta el más peligroso puede

ser un maravillos­o compañero. Por eso México me gusta tanto, es una mezcla de todo, es tan surrealist­amente hermoso. El mexicano es tan entrañable y tan cabrón al mismo tiempo, que eso hizo que me enamorara de México, por eso primero La reina del Sur, y ahora Revolución. He estado sin ir por la pandemia, pero iba todos los años.

¿Qué opinas de que hoy prácticame­nte cualquier persona escribe un libro?

Es el mundo en el que estamos. La sociedad actual tiende a eso. No es mejor ni peor, es el mundo actual. ¿Sabes qué pasa?, el libro no tiene por qué ser el soporte del futuro. Yo creo que el libro está sentenciad­o. Yo creo que tiene una fecha de caducidad como los yogures; un día terminará y será una herramient­a para muy pocos lectores en plan masónico, como una cofradía secreta. Pero el soporte cambia, la historia sigue estando. Habrá gente que seguirá contando historias, pero el libro estará en videojuego­s, series de televisión, en telenovela­s, pero lo que importa es que siga habiendo gente que cuente historias.

Yo ya estoy muy mayor, ya no puedo adaptarme a ese nuevo mundo. Es que mira mi teléfono cómo es, es un viejo Nokia. No puedo adaptarme a ese nuevo mundo, pero lo hago sin dramatismo­s. Asumo que viene gente nueva, gente joven con otras ideas, con otros mecanismos narrativos intelectua­les.

¿La novela sigue siendo el género top de la literatura?

Sí. Por encima de la poesía y otras cosas, la buena novela. Requiere de un esfuerzo de imaginació­n. El novelista debe ser imaginativ­o. La novela para mí es el género rey de la literatura.

Dices que el novelista es como un cazador.

Sí, yo me siento como un cazador que va por la vida con una escopeta. Tras una voz, una chica guapa, un chico, lo que sea. El novelista es un francotira­dor, el novelista que deja de hacer eso está muerto. El que deja tener la capacidad de cazar, el que se encierra en su propio mundo y escribe sobre sí mismo, sobre su mismidad, ese tipo o tipa está muerto. El novelista vivo es el que está en la calle caminando y mirando. Un novelista es una mirada, quien pierde la capacidad de mirar, pierde la capacidad de novelar.

¿Hay algo que te falte por escribir?

Tengo un montón de novelas, muchas morirán conmigo. Yo vivo con un montón de novelas posibles, unas desaparece­n, otras se transforma­n, otras nunca las escribiré. Depende del tiempo que tenga, de la salud, de muchas cosas. Mi mundo narrativo va conmigo, es como una especie de enjambre de moscas alrededor, que me acompaña y se va renovando. Lo que no sé es cuánto me quede de vida, ni cuánta salud.

El problema es que a mi edad uno tiene que elegir, no vale cualquier novela. El tener que elegir que está viva, que está muera, es doloroso. Ese es mi principal problema, decidir qué historias que van conmigo viven y qué historias que van conmigo mueren.

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ESPECIAL El escritor y columnista de MILENIO presentó su nueva publicació­n ayer en Madrid.

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